La arqueología submarina utiliza los mismos métodos científicos que la terrestre; sin embargo, la presencia del agua hace mucho más compleja cada una de sus etapas: los trabajos de prospección movilizan a todo un equipo de científicos, ingenieros y geofísicos que cartografían los fondos marinos con la ayuda de auténtica tecnología punta: sonar, sondas, magnetómetros por RMN; y los datos así reunidos son interpretados por los arqueólogos, historiadores, y en este caso también egiptólogos, que los cotejan con los testimonios históricos y con anteriores investigaciones. Este equipo de científicos también hace un seguimiento del proyecto desde el principio al final, y aporta un trabajo indispensable de estudio y análisis de los descubrimientos. Por su parte, las excavaciones en el medio acuático están a cargo de submarinistas especializados, técnicos a la vez de deportistas, a los cuales acompañan fotógrafos y camarógrafos; y cuando los objetos salen a la superficie, se hacen cargo de ellos, de manera inmediata, un equipo de especialistas en conservación y restauración; finalmente, destacar que también existe un equipo de logística compleja: maquinaria, transporte, almacenamiento, y por supuesto, catering.
INTRODUCCIÓN
Hace algunos años, el arqueólogo marino Franck Goddio descubrió testimonios únicos para la historia egipcia datados desde el siglo VII a.C. hasta el siglo VIII a.C., frente a la costa de la contemporánea ciudad de Alejandría y en la bahía de Abukir. Estos vestigios de la historia estuvieron perdidos en el mar durante más de mil años como consecuencia de desastres naturales: estatuas monumentales, así como monedas, joyería y objetos de culto fueron localizados, con la última tecnología de vanguardia, en el fondo del mar Mediterráneo, y recuperados durante años de esforzado trabajo. De este modo se redescubrieron nombres que, hasta el momento, estaban envueltos en leyenda, tales como el antiguo puerto de Alejandría con sus secciones de cuarteles reales, o la largamente perdida ciudad de Heraclion, así como partes de la ciudad de Canopo.
Estos objetos únicos reflejan la importancia de tres ciudades que, en la antigüedad, se contaban entre los más famosos centros de comercio, ciencia, cultura y religión. Las influencias de Mesopotamia, Grecia y Roma se mezclan con la milenaria cultura antigua de los faraones. La aproximación y la fusión dieron origen a nuevos modos de vida religiosa y cultural que dejaron una huella perdurable en el Antiguo Egipto. Alejandría, Heraclion y Canopo compartieron por igual un trágico destino, ya que sectores enteros de las ciudades desparecieron bajo el mar como consecuencia de terribles desastres naturales; y ahora, más de mil años más tarde, como resultado del trabajo de un equipo multidisciplinar de arqueólogos, monedas de oro y objetos sagrados emergieron de las profundidades como mudos testimonios de los trágicos sucesos que golpearon a estas ciudades.
El crecimiento económico llegó pronto a la bahía de Abukir mucho antes de la fundación de Alejandría por Alejandro Magno hacia el 331 a.C. La situación de la ciudad en la desembocadura del Nilo la convirtió en un cruce de caminos entre Egipto y las civilizaciones de todo el Mediterráneo. Así, los nombres de ciudades como Canopo, Heraclion, Tonis y Menutis, mencionados por antiguos autores, resultaban vibrantes y evocaban magnificencia, pero los arqueólogos no podían localizarlas.
El misterio quedó resuelto cuando el equipo de Franck Goddio, respaldado por la última tecnología, se dispuso a dibujar un mapa geofísico de la región y estableció que en el siglo VIII a.C. parte del litoral se había colapsado y en la actualidad yace ha seis metros de la superficie bajo las aguas mediterráneas. Con este hundimiento, incrementado por sustanciales depósitos aluviales resultado de las corrientes del océano, el mundo perdió de vista durante dieciséis siglos un rico fragmento de la historia egipcia en este emplazamiento que comprende desde la época predinástica hasta la conquista árabe ya en el siglo VII d.C.
Siempre codiciado por su riqueza, el delta del Nilo había visto la influencia en su civilización de una serie de conquistadores: los persas, los griegos y la larga dinastía de los Ptolomeo; luego los romanos con el famoso episodio amoroso entre Julio César y Cleopatra; el auge del Cristianismo que condujo a la destrucción de las figuras de las deidades paganas, pero también a su asimilación de una forma inconsciente; y finalmente, la conquista árabe. Un lento proceso de aculturación revolucionó el panteón divino, dando énfasis al culto de Isis, Osiris y Serapis, infiltrando la vida cotidiana y afectando al modo en el que los egipcios veían el mundo que iba a ser la cuna de la civilización occidental.
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