Si pensamos que la crisis económica que nos azota desde el 2007 es algo nuevo, sin duda alguna nos equivocamos, pues las crisis económicas son ciclos que pasan, y para entenderlas yo propongo mirar atrás en la historia y estudiar sus terribles consecuencias. En este caso voy a estudiar la crisis económica o quiebras de la monarquía hispánica que se da durante el siglo XVI y XVII.
Sin duda, el imperio español fue uno de los más grandes conocidos; conservarlo a salvo y mantenerlo llevó en algunos momentos a la bancarrota económica. A estas bancarrotas económicas la historiografía les ha denominado como las quiebras de la monarquía hispánica y que se refiere a las quiebras que tuvo la Hacienda de la Monarquía Hispánica durante los Siglos XVI y XVII. El historial de la deuda pública de España, es de repetidos incumplimientos de pago en su historia. España, estableció un récord de repudios de la deuda pública que todavía permanece en la actualidad. Entre los siglos XVI y XVIII se declararon siete bancarrotas, mientras que en el siglo XIX, se sumaron siete más, que se distinguieron de las anteriores porque no fueron quiebras completas sino repudios parciales.
Lógicamente, las naciones más ricas fueron las que pudieron declarar el mayor número de bancarrotas ya que sus grandes riquezas eran una garantía para los prestamistas internacionales, que tendrían a largo plazo más ingresos para devolver la deuda. De este modo, entre 1550 y 1800, Francia incurrió en ocho suspensiones de pagos, y España en siete ocasiones. Pero el objeto de nuestro estudio se define temporalmente en la llamada dinastía Austria en España, destacando por reinados las principales quiebras en la hacienda, y sus causas.
La primera de las quiebras de la monarquía hispánica se da bajo el reinado del Felipe II quien incumple los pagos de la deuda pública, por lo que el monarca declaró la bancarrota y suspendían pagos, pero su completa dependencia de los préstamos de los asentistas le imposibilitaba la realización en la práctica de un impago total de la deuda. Las quiebras de la Hacienda pública se quedaron en reestructuraciones pactadas de la deuda que suponían una modificación de las condiciones de la misma. De hecho, las dificultades con la hacienda pública comenzaron con la misma llegada al trono de Felipe II en 1556, momento en el que se descartó la posibilidad de no reconocer la herencia de las cuantiosas deudas de su padre, el Emperador Carlos V, quien fallece en 1558 en el Real Monasterio de Yuste (Cáceres).
El coste extraordinario de los crecientes recursos necesarios para el mantenimiento de unos dominios donde no se ponía el sol y de una política de defensa de la fe católica (objetivos políticos explícitamente elegidos, y defendidos ante las críticas internas que se presentaron) no podían ser cubiertos ni siquiera con la llegada de las remesas del quinto real que anualmente traía la Flota de Indias, sumadas a la creciente fiscalidad obtenida de las Cortes de Castilla (eran los reinos de la Corona de Castilla los que más contribuían, debido tanto a su mayor potencia económica y demográfica como a la mayor capacidad de la monarquía autoritaria en ellos). La revolución de los precios fue socavando la base económica productiva castellana, a lo que se sumaba la pérdida de ingresos debido a la colocación de deuda pública (juros) sobre las rentas más seguras. Los intereses de la deuda crecían con la inseguridad de los pagos, y el resultado fue necesidad de recurrir a la suspensión de pagos periódica, seguida por alargamiento de los plazos, quitas o reducciones de los intereses o del principal debido a los particulares con menor capacidad de negociación (especialmente los súbditos particulares), y renegociaciones crediticias con los más importantes.
La segunda quiebra que se da en la monarquía hispánica es un poco herencia de la anterior, y se da desde el mismo momento de la subida al trono en 1598 del sucesor de Felipe II, su hijo Felipe III. Hay que tener en cuenta que, durante el reinado de los Austria, es un período de gran conflicto exterior, en defensa principalmente de la fe católica, y que aunque llegan grandes remesas de oro procedente de América esta inyección económica se invierte en el exterior para pagar las deudas resultantes de activas acciones exteriores, sobre todo desde el punto de vista bélico. Pero sin duda, bajo el reinado de Felipe III, la principal suspensión de pagos se lleva a cabo en 1607 cuando la acumulación de débitos y la total imposibilidad de cancelarlos llevan a la declaración de la bancarrota reconvirtiendo la deuda flotante en una deuda consolidada o juros.
En 1621 sube al trono de España el rey Felipe IV, llamado “el grande” o “Rey Planeta”. Su reinado de 44 años y 170 días fue el más largo de la casa de Austria y el tercero de la historia española. Los exitosos primeros años de su reinado auguraron la restauración de la preeminencia universal de los Habsburgo, pero la guerra constante de la Europa protestante y la católica Francia contra España condujeron al declive y ruina de la Monarquía Hispánica, que hubo de ceder la hegemonía en Europa a la pujante Francia de Luis XIV, así como reconocer la independencia de Portugal y las Provincias Unidas.
Las dificultades hacendísticas fueron una constante de todo el reinado, caracterizado por la conciencia de la denominada decadencia española y la crisis general del siglo XVII; así como por los precedentes de las quiebras de los reinados anteriores. Las suspensiones de pagos se llevaron a cabo en 1627, 1647, 1652 y 1662. La acumulación de débitos e imposibilidad de cancelarlos llevaban periódicamente a decretar la bancarrota, reconvirtiendo la deuda flotante en deuda consolidada o juros. Si bien la quiebra de 1627 afectó de forma muy importante a todo el sistema financiero internacional, la de 1647 sólo le afectó indirectamente, dado que la descomposición del Imperio español ya le había hecho perder prácticamente todo crédito.
En 1665 llega al trono español el último de los Austria, Carlos II, llamado “el hechizado” quien hereda un reino decadente económicamente hablando. De hecho, tan solo un año después de convertirse en rey, en 1666, se produce una nueva quiebra en la hacienda pública española y que tras alteraciones monetarias y fiscales, condujo entre 1680 y 1686 a la reforma monetaria de Carlos II.
Las dificultades hacendísticas heredadas obligaron a la suspensión de pagos en 1666. La acumulación de débitos e imposibilidad de cancelarlos llevaba periódicamente a decretar la bancarrota, reconvirtiendo la deuda flotante en deuda consolidada o juros. Esta fue la última vez que se recurrió a tal expediente, quedando los réditos de los juros en casi diez millones de ducados en 1669, mientras que el valor de las recaudaciones era de menos de doce millones. A partir de entonces, se generalizó la práctica de detraer entre un 50% y un 70% de los intereses que debían percibirse por los juros. Otro recurso, la alteración monetaria o premio de la plata, alcanzó un máximo del 275% en 1679. La inflación consiguiente y la penosa situación de la hacienda habían llegado a un extremo insostenible; de modo que sólo pudo recurrirse a una expeditiva reforma monetaria, llevada a cabo entre 1680 y 1686. A partir de entonces los precios se estabilizaron, el valor de la moneda de plata castellana se equiparó al de sus equivalentes europeos, y mejoraron las finanzas tanto de la Hacienda como de los particulares, si bien partiendo de un nivel enormemente precario.
La reordenación monetaria del reinado de Carlos II consiguió reequilibrar el sistema financiero. La nueva coyuntura económica positiva durante el siglo XVIII, bajo la dinastía Borbón, no presenció nuevas suspensiones de pagos generalizadas. La crisis del Antiguo Régimen que dio paso a la Edad contemporánea en España sí produjo problemas financieros insalvables, que el nuevo Estado Liberal se vería obligado a enfrentar con un recurso revolucionario: la Desamortización.
Fuente: Comín F. “La Crisis de la deuda pública en España, siglos XVI al XIX”, Universidad Pablo de Olavide, Carmona (Sevilla), 2011.
Más Información: Carande, R. “El Crédito de Castilla en el precio de la política imperial: un discurso”, 1949, pág. 35; Sánchez Belén, J.A. “Los Austrias Mayores”, 1996, pág. 69.
Documento Original: El Inicio del declive del Imperio Español