Como se suele decir, cuando empieza un año nuevo se empiezan nuevas cosas, y para algunos una vida nueva; en mi caso hoy empiezo una serie de artículos que tratan algo en lo que yo soy especialista, la cerámica romana, y dentro de ésta la llamada como Terra Sigillata, tratando de hacer una pequeña aproximación al estudio de este tipo de cerámica romana, en primer lugar desde sus características generales, posteriormente hablando de su expansión y entrada en la Península Ibérica, y finalmente centrándonos en aspectos más concretos en Extremadura.
La cerámica romana, en palabras de Nino Lamboglia, tiene una gran potencialidad como herramienta datante, clave por su notable perdurabilidad y elevada frecuencia en prácticamente todos los yacimientos de la Antigüedad, siendo en ocasiones el único elemento para situar los yacimientos en su contexto temporal; y por otra es un instrumento de análisis económico, más allá de la información geográfica, comercial o funcional que aporta. En concreto, la cerámica romana se contempla hoy como una industria que origina una producción masiva, en la cual intervienen numerosos ingredientes técnicos y espirituales, pero también económicos, creando de este modo una amplia gama de formas y tipos destinados a satisfacer unas demandas comerciales de mercado, y por supuesto a competir entre sí y con otros productos fabricados en materias distintas, como el vidrio o el metal.
No se debe olvidar en ningún momento el carácter “fósil director” de estos materiales, pues de la mano de las cerámicas podemos ir trazando las grandes líneas de desarrollo del mundo romano. De este modo, desde los siglos de la República Romana con la cerámica campaniense, cerámica de relieves italogriega o cerámica presigilata, hasta el principado de Augusto con la sigillata itálica, y los primeros siglos del Imperio con los vasos de paredes finas, y sigillata gálica e hispánica; o a través de las sigillatas africanas, que cubren los siglos más avanzados junto a las producciones tardías de la hispánica, podemos ir conociendo con detalle algunos aspectos de las relaciones comerciales y del panorama económico del mundo romano.
En concreto, terra sigillata es una expresión latina que significa “tierra o cerámica sellada”, referida a un característico tipo de cerámica romana de color rojo brillante. Es similar a la temprana cerámica aretina, siendo ambos tipos emulaciones de originales metálicos más caros, por lo que muestran características reproducen formas concebidas en otro material. La cronología de estas producciones abarca desde el siglo I a. C. hasta mediados del siglo III aproximadamente. Normalmente tiende a dividirse en tres tipos de producciones, por zonas de procedencia y claramente diferenciables: terra sigillata itálica, sudgálica e hispánica. Un cuarto tipo podrían ser las producciones denominadas como sigillatas africanas, con una cronología posterior e imitando a estas producciones anteriores.
Desde un punto de vista metodológico, las cerámicas romanas deben estudiarse desde diversos ángulos, y dicho análisis nos lleva a considerar este producto como un medio en el progreso científico. Pero este proceso científico no sería posible sin la inclusión de las cerámicas en el mecanismo económico de la sociedad que fabricó las vajillas; y ello, unido a aspectos históricos, políticos o económicos nos permitirá cumplir con los requisitos imprescindibles de toda investigación científica.
A lo largo del tiempo y de la historiografía, el tema de las cerámicas romanas ha sido un aspecto muy recurrente para muchos autores, pero en opinión de algunos de éstos, como es el caso de M. Beltrán Lloris, sigue faltando un buen manual general sobre este tema, y ello representa una necesidad acuciante como consecuencia de la proliferación de descubrimientos.
También es necesario destacar que son muy numerosas las aportaciones de los últimos años, desde la útil y crítica revisión en 1979 de H. Comfort, pasando por la reedición de la síntesis de E. Gose en 1976 por el Centre de Recherches d’Historie Ancienne de Besançon, o los volúmenes del Instituto Gramsci de 1981, además de los correspondientes editados por la Enciclopedia dell´arte antica classica e orientale o síntesis de D.P.S. Peacock de 1982. Dentro del terreno bibliográfico son ciertamente útiles las ediciones de la Bibliografía sistemática della cerámica romana, redactadas por F. Pallarés entre los años 1961, 1962 y 1972.
En cuanto a España se refiere, se comenzaron a publicar yacimientos arqueológicos y excavaciones en las que se prestaron especial interés a los materiales cerámicos como es el caso de Pollentia, Valeria, Caesaraugusta, Tiermes, Complutum, Herrera de Pisuerga, Culip IV, Tarraco…etc. En este elenco no podemos olvidar tampoco el trabajo de T. Garabito acerca de la TSH en la región riojana de Tricio, además de otras monografías acerca de especies concretas de cerámicas donde destacan trabajos recientes como el llevado a cabo por Garbsch (1982) dedicado a la terra sigillata en su sentido más amplio. Por otro lado, atendiendo a las cerámicas y sus implicaciones en el fenómeno económico, hay que decir que no son muchas las síntesis existentes, pero son buenos puntos de partida los trabajos generales de J.W. Salomonson, A. Carandini, además de trabajos generales sobre la economía del mundo romano.
En lo que a Extremadura se refiere, la falta de estudios viene dada precisamente por el desconocimiento de la propia naturaleza de los materiales cerámicos, y hasta no hace mucho tiempo, cualquier posibilidad sobre la existencia de un determinado tipo de cerámica parecía limitarse siempre a Augusta Emerita. Pero por otro lado, el incremento en la publicación de algunas de las numerosas intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en la región extremeña ha posibilitado que el mapa de distribución de las cerámicas en nuestra región cobre hoy una nueva dimensión.
Concretamente en Mérida, no podemos olvidar la figura de V. Barrantes, quien en sus Barros Emeritenses habla del desdeñoso lugar que ocupa la cerámica de la antigua Lusitania en las grandes publicaciones modernas; este es el caso de Hübner, quien en su obra Corpus Inscriptionum Latinarum solo hace referencia a Extremadura en la sección de objetos varios y que se refleja en un índice donde se ve claramente que entre los 4.038 objetos registrados en dicha obra solo hace referencia a tres en Extremadura. En cualquier caso, Mérida en su calidad de capital de la Lusitania, e indiscutible centro de redistribución, quizá sea el mejor argumento a la proporcionalidad y calidad de muchos de los productos dispersos en su vasto territorio; y en algunos informes de excavación, la práctica totalidad de cerámicas son inéditas, y hay que decir que, respecto a los distintos tipos de producciones presentes en Augusta Emerita, la investigación e historiografía es muy variopinta para cada una de ellas.
Fuente: Trabajo de Fin de Grado de Teodoro Fondón Ramos “Estado de la Cuestión de los estudios de Cerámica Romana en Extremadura”, 2014.
Documento Original: El Papel de la Terra Sigillata en Historiografía y la investigación histórica
Un comentario en “El Papel de la Terra Sigillata en la Historiografía y la Investigación Histórica”