Tartesos a través de la Historiografía II: Bonsor y los inicios de la arqueología colonial

Coincidiendo con la corriente nacionalista en Andalucía y con las grandes misiones europeas en Grecia y en el Próximo Oriente, se instala en Carmona el que se puede considerar como el precursor de la arqueología protohistórica andaluza, George E. Bonsor. Su llegada a España coincide con el auge de los estudios sobre lo fenicio y lo cartaginés de finales del siglo XIX, cuando se están realizando los trabajos en Cádiz por parte de Hübner o en Villaricos de la mano de los hermanos Siret. Aunque sus primeros trabajos arqueológicos se centraron en la necrópolis romana de Carmo, la actual Carmona, pronto centrará su interés en Los Alcores, donde realizó excavaciones que sin ningún reparo deben clasificarse de ejemplares por la riqueza de documentación que generaron y por la avanzada metodología arqueológica que siempre empleó en sus investigaciones; en este sentido destaca especialmente el detalle con que redactó sus diarios de excavación, los magníficos dibujos arqueológicos y la documentación fotográfica que siempre acompañaron sus excavaciones.

Sus trabajos en Bencarrón, El Acebuchal, Alcantarilla, la Cañada de Ruiz Sánchez o la Cruz del Negro, han aportado a la arqueología tartésica una documentación histórica que aún no se ha reconocido en toda su dimensión a pesar de los excelentes trabajos que sobre sus investigaciones ha elaborado J. Maier en los últimos años. Bonsor no sólo excavó y documentó los restos con todo lujo de detalles, sino que también se preocupó por la conservación y restauración de los objetos recuperados, algo inusual en aquellos momentos. Tras sus trabajos en Los Alcores, Bonsor publicará en 1899 una monografía “Les colonies agricoles preromaines de la vallee du Betis” en cuyas conclusiones se vierten algunas consideraciones de actualidad en la bibliografía española, caso de la colonización agraria por parte de los fenicios, hoy defendida por un nutrido grupo de historiadores y arqueólogos españoles.

Según Bonsor, el valle del Guadalquivir en época protohistórica se habría configurado por oleadas de colonos implantados por los tirios que habrían introducido el ritual de la incineración, así como el hierro y otras técnicas que contribuirían al desarrollo de la zona. Tras una fase caracterizada por las inhumaciones bajo túmulo asociada a los turdetanos, se volvería a la incineración introducida ahora por los libio-fenicios y que se distingue, especialmente, por la utilización de las urnas tipo Cruz del Negro, que hoy sigue particularizando las necrópolis tartésicas. Para Bonsor, Tartesos sería la primera ciudad fenicia fundada por los tirios en la Península Ibérica, participando así del modelo histórico del orientalismo que intenta explicar el desarrollo cultural europeo.

Pero quizás lo más destacable de su investigación es su idea del territorio tartésico, realmente inaudito en aquellos tiempos y sólo retomado muchos años después; en efecto, Bonsor fue el primero que concibió Tartesos como un territorio culturalmente uniforme, y sus excavaciones en Los Alcores no fueron sino una elección basada en la unidad geográfica que ofrecía la zona; utilizó un enorme material cartográfico para llevar a cabo sus trabajos; prospectó intensamente los espacios afectados por sus investigaciones; y reparó especialmente en el estudio de las cerámicas como un medio ineludible tanto para estudiar relaciones con otros yacimientos como para definir su cronología.

Bonsor, formado en el positivismo europeo de su tiempo, en ningún momento presenta un Tartesos idealizado, aunque otorga la fidelidad a las fuentes clásicas, lo que le llevó a buscar las ruinas de la ciudad en el entorno del Coto de Doñana. Fiel a su sistema de trabajo, Bonsor recorre buena parte de la costa de Huelva siguiendo los trabajos que había iniciado anteriormente Antonio Blázquez, quien había publicado “El Periplo de Himilco”, un profundo estudio de Ora Marítima. Tras algunas reconsideraciones, propone el Cerro del Trigo como uno de los lugares propicios para albergar los restos de Tartesos, donde realiza tres campañas de excavación acompañado por un incómodo colega alemán, A. Shulten, quien se encargará en los años siguientes de ensombrecer la enorme contribución de Bonsor a las investigaciones sobre Tartesos, algo que sin duda consiguió.

Fuente:   GRACIA ALONSO, F. “De Iberia a Hispania”, Madrid, 2008, pp. 120-123.

Documento Original: tartesos-a-traves-de-la-historiografia-ii

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