El arqueólogo, cuya actividad se desarrolla en un ambiente de carácter urbano, busca eliminar de forma progresiva esas capas formadas por el tiempo sobre las más antiguas para iniciar un recorrido inverso del conocimiento de la ciudad, sobre todo, sin alterar tampoco las más recientes, porque éstas forman parte del tejido urbano en continua formación. A veces se ha decapado antes de las intervenciones del arqueólogo y es preciso acudir a fórmulas muy diversas que permitan conocer esos estratos a los que no tiene acceso a no ser por noticias documentales o por información gráfica cuando ello era posible.
A la vez, mediante la documentación, es posible conocer cuáles fueron los motivos que llevaron en las diferentes fases históricas a los cambios de la morfología y a la elisión de determinados elementos urbanos que desaparecieron. Las actitudes modales de los tiempos, unas veces conservacionistas, otras debidas al desarrollismo urbano y a la falta de perspectiva histórica, fueron las condicionantes de las situaciones actuales de las imágenes urbanas. Cáceres, como era de esperar, no se vio libre de estos fenómenos, ofreciendo en diferentes momentos históricos fórmulas diversas respecto a su patrimonio arqueológico y monumental frente a otros momentos en los que decidió su demolición.
Desde un punto de vista historiográfico, Cáceres se ha sentido ligada a los períodos bajo medieval y moderno. A veces en las décadas pasadas toda la historia, con una profunda carga de lirismo, se dedicaba a sobrevalorar esos estratos de la ciudad con total descuido de los anteriores y posteriores. El discurso nobiliario tradicional creaba una especie de filtro a través del cual era casi imposible la introducción de otra cosa que no fueran cantos y epopeyas que tenían como protagonistas a la nobleza rural local y a quienes a finales del siglo XV y sobre todo en el siguiente, hicieron la emigración a Indias con mayor o menor fortuna. Los siglos anteriores sólo tenían cabida en ese discurso para manifestar la antigüedad de su fundación. Los siglos siguientes apenas tenían cabida en unas pocas páginas. De este modo Cáceres se halla fosilizada, encogida en el entorno del área murada y apenas se ha prestado atención a aquel patrimonio, visible o no, que quedaba fuera de él y que se extiende por el extenso término municipal, porque Cáceres actúa como si existiera un profundo divorcio entre el núcleo urbano y el resto del entorno sujeto a la gestión patrimonial metropolitana, a no ser que se trate de imponer sanciones por las infracciones urbanísticas de construcciones no contempladas en los sucesivos Planes de Gestión Urbanística.
También es preciso indicar que por Arqueología urbana en Cáceres no debiera entenderse sólo las etapas más antiguas, hasta el período islámico, sino que éste y los momentos posteriores, medieval y moderno, poseen entidad suficiente para aplicar el método y la técnica arqueológica para ser incluidos en la cadena de gestión, desde la investigación, la prevención, la conservación y la difusión. De otro modo será imposible comprender las sucesivas capas de arquitecturas formadas a partir de las iniciales fases de ocupación de la colina situada entre la Ribera y el río Verde.
En primer lugar, hay que dejar claro que no todo es arqueología orientada a restos romanos en antiguas colonias, como es el caso de Norba Caesarina. En esta ciudad hay restos arqueológicos que se remontan a los orígenes de los primeros pobladores de Cáceres, y que por tanto no debemos dejar de reseñarlo. A ello se dedicaron una serie de campañas arqueológicas que tuvieron lugar entre los años 2001 y 2006 a cargo del equipo de investigación de Primeros Pobladores de Extremadura.
Desde el año 2001, el Equipo Primeros Pobladores de Extremadura (EPPEX) interviene en las principales cavidades del Calerizo de Cáceres: la cueva de El Conejar, la cueva de Maltravieso y la cueva de Santa Ana con el fin de contextualizar la presencia de comunidades humanas durante el Pleistoceno. Los resultados obtenidos en los últimos años han documentado una ocupación diacrónica del Calerizo desde al menos el Pleistoceno Medio hasta la actualidad. En este recorrido, los yacimientos en cueva aportan hitos fundamentales para el reconocimiento de las etapas de esta ocupación durante la Prehistoria así como los elementos contextuales necesarios para la reconstrucción paleo-eco-social.
Desde muy antiguo, estas cavidades forman parte del paisaje urbano de Cáceres y de una cierta actividad arqueológica que dio cuenta de una ocupación protohistórica del Calerizo, como los enterramientos de la cueva de Maltravieso o los objetos calcolíticos procedentes de la cueva de El Conejar. Sin contexto y sin referentes cronológicos radiométricos, el conocimiento de las comunidades prehistóricas del Calerizo da un vuelco con las excavaciones arqueológicas y las dataciones en la cueva de Maltravieso, de Santa Ana y de El Conejar. Hoy, el Equipo Primeros Pobladores de Extremadura plantea tres retos importantes a seguir: la continuidad de los trabajos en curso en las cavidades urbanas de Maltravieso y Santa Ana; la necesidad de reforzar el control arqueológico en aquellas actividades que suponen remoción de tierras o perforación del Calerizo y del municipio de Cáceres; la renovación del discurso histórico a través de los Centros de Interpretación y la integración de este patrimonio arqueológico en el tejido urbano (social, turístico y económico).
El Calerizo, es sin duda alguna, un elemento que ha supuesto de vital importancia en la vida cacereña ya desde muy antiguo con la presencia humana en estos lugares citados en tiempos muy alejados a nuestros días; y en muy estrecha relación con ello no podemos olvidar una zona muy importante en Cáceres que es la llamada Ribera del Marco puesto que su nacimiento se localiza en las caudalosas fuentes cársticas del Marco o Fuente del Rey, situadas al sureste de la ciudad de Cáceres, en la cota más baja del Calerizo donde el nivel piezométrico regional del acuífero subterráneo alcanza la superficie del terreno natural. Este caudal posibilitaba el cultivo de más de 33 hectáreas de huertas de gran fertilidad, movía los mecanismos de 25 molinos y permitía la existencia de numerosos talleres y zonas industriales en la que se apoyaba buena parte de la economía de Cáceres.
Además, la Ribera del Marco es una parte de Cáceres que debemos conservar, cuidar y potenciar, pues entre sus huertas, molinos, acequias, fuentes y cañaverales, están escritas muchas páginas de la memoria histórica de una ciudad que siempre será deudora de este espacio en lo relativo al servicio que sus aguas proporcionaron a muchas generaciones de cacereños. Ello hace necesario conservar este oasis, situado en medio del arisco llano de pizarras y cuarcitas, para que sus más de siete kilómetros de longitud, desde la Huerta del Conde, a día de hoy amenazada de muerte, hasta su desembocadura en el río Guadiloba, se conviertan en un auténtico corredor verde, lugar para la vida saludable y espacio para acercarse al pasado, manteniendo las actividades tradicionales que secularmente son propias de estos lugares. Hoy, más que nunca, hay que defender este paisaje de los continuos ataques contra su integridad natural, ataques que se manifiestan en forma de destrucción de sus huertas para ser asfaltadas por urbanizaciones que acabarán eliminando elementos etnográficos y arqueológicos que son parte de la vida y de la historia de la ciudad; y pese a todo ello la ribera sigue resistiendo.
El principal motivo de la investigación sobre las peculiaridades históricas y económicas de la Ribera del Marco ha sido poner en conocimiento tanto de cacereños como de otros la importancia que tiene para el futuro de Cáceres la conservación y potenciación de un espacio urbano, un territorio en el que aún podemos encontrar referencias vivas que sirvieron para el desarrollo de la vida durante siglos. La ribera es el pasado y es el futuro, pues con su desaparición quedaría amputada una parte importante de la memoria histórica local, una parte de la ciudad y de los ciudadanos que a través de los tiempos se han beneficiado de los recursos de toda índole que este lugar a prestado al solar cacereño.
Por otro lado hay que decir que el estudio de las huertas urbanas sigue siendo en la actualidad una “asignatura” pendiente de la investigación histórica general; frecuentemente hay casos en los que se discute el origen de determinados sistemas de irrigación, como por ejemplo la huerta valenciana, siendo para unos romanos y para otros andalusíes. Sin embargo, existen casos de clara ruptura histórica en la ocupación de un emplazamiento y en el mantenimiento de sus características urbanas que no pueden justificar el sostenimiento de un período a otro. Este es el caso de Cáceres que una vez desparecido el poder romano y asentado el reino visigodo parece desaparecer como lugar habitado con entidad hasta al menos el período histórico de las primeras taifas (siglo XI). Del mismo modo puede afirmarse que la intensidad de cultivo está en consonancia con períodos de crecimiento demográfico y no de considerable merma, y es por ello que se sostiene que es a lo largo de la fase andalusí cuando se desarrolla en la ciudad musulmana de Qazris. La escasez, o falta total, de documentación histórica, o lo inadecuado de las fuentes históricas, frecuentemente demasiado escuetas e incluso imprecisas, no son de ayuda significativa. Un sistema hidráulico de primer orden, el actual no deja de ser un claro ejemplo en el proceso de estudio de los sistemas de riego islámicos, pero afortunadamente, desde un punto de vista arqueológico, los restos materiales conservados nos aportan importante información sobre la que trabajar y establecer hipótesis que nos pueden servir para aclarar el pasado y la evolución de los sistemas de riego de la ribera cacereña.
Tampoco debemos olvidar otro gran hito que ha supuesto en cierta medida que Cáceres se sitúe en el lugar en el que se halla actualmente, posiblemente este gran hito supuso el origen de la fundación de Cáceres ya en época romana; estamos hablando por supuesto de Cáceres el viejo, un yacimiento arqueológico al que se han referido autores tan importantes como el propio Boxoyo y que da noticias de su presencia en sus Noticias Históricas, aunque realmente el hito del descubrimiento de este campamento romano de época republicana lo supuso la excavación arqueológica y sus primeros planos a cargo del arqueólogo alemán Shulten quien lo excavó y lo dio a conocer, antes prácticamente era desconocido.
Setenta años después de que el investigador alemán Adolf Schulten abordara la exploración del yacimiento de Cáceres el Viejo, identificado tradicionalmente con el campamento de Castra Caecilia, en 2001 se reanudaron las excavaciones en dicho enclave, en esta ocasión, promovidas por la Junta de Extremadura dentro del programa Alba Plata. La intervención arqueológica, orientada a dejar vistas algunas estructuras del recinto, se centró en la excavación de diversos sectores de las defensas. Concretamente han quedado vistas las dos esquinas septentrionales del fuerte, así como las portae praetoria y principalis sinistra, ya reconocidas con anterioridad, y la porta quintana dextra. Por otro lado, se ha intervenido igualmente en dos de las zonas más representativas del interior del recinto, como son el praetorium, y el foro o praesidia.
Dejando a un lado la periferia urbana, destacan: por un lado la intervención arqueológica científica que se llevó a cabo en agosto de 2001 en el Palacio de Mayoralgo, y que supuso la primera intervención arqueológica de carácter científico dentro del casco urbano cacereño. El motivo de tal intervención fue la reforma del Palacio, adquirido por Caja de Extremadura para hacer su sede institucional, que llevó a cabo la empresa constructora Placonsa, la cual contrató a la empresa de arqueología Arquepec para realizar los trabajos de exhumación del patrimonio. Esta primera intervención duró siete meses, y en ella se excavó tanto en el jardín como en el interior del Palacio. Y en segundo lugar, está la intervención que se llevó a cabo en 2005 en las murallas de Cáceres, en concreto en el tramo situado en la Calle de Mira al Río.
La necesidad de llevar a cabo esta intervención surge como consecuencia del derribo de unos inmuebles adosados a la muralla en el sector Este de la ciudad para el ensanche del vial compuesto por las calles Mira al Río y San Roque. Al demoler los inmuebles de ésta última (calle San Roque) se ponen al descubierto unas estructuras arquitectónicas, que se encuentran en la zona de ensanche de la vía, que provocan la paralización cautelar de las obras en este sector, con fecha 27 de enero de 2005, por parte de la Dirección General de Patrimonio, debido a que este área está en el entorno de la muralla de Cáceres (Bien de Interés Cultural) y en zona de precaución arqueológica según el Plan Especial de Protección y Revitalización del Patrimonio Arquitectónico de la ciudad de Cáceres.
El objeto de la intervención arqueológica ha sido y es determinar, desde el punto de vista científico y arqueológico, la adscripción histórica, arqueológica, tipológica, cultural y cronológica de la mencionada estructura arquitectónica, así como la existencia o no de restos arqueológicos ocultos en el resto del entorno entre dicha estructura y la muralla, para que, en consecuencia, la administración competente en esta materia determine los pasos a seguir en lo sucesivo.
Por último, hay otro elemento que no debemos dejar atrás en este recorrido arqueológico, no solo en lo que se refiere en el propio recinto urbano cacereño sino también en su contexto dentro del amplio término municipal de Cáceres y lo que supone para la ciudad, y por supuesto, para Extremadura. La Vía de la Plata constituye uno de los caminos romanos más importantes y esenciales para comprender la historia del Occidente peninsular. Eje vertebrador del territorio que unía el Sur y el Norte, o el Norte y el Sur de la Península Ibérica, ha servido de soporte físico para el intercambio militar, comercial y cultural. Aunque su construcción es de época romana, sus precedentes hay que buscarlos en época prehistórica, en la cual sería una senda natural que, aprovechando los lugares obligados de paso que marcaba la geografía, sería utilizada por los animales para su desplazamiento. A este movimiento faunístico le seguirán las primeras ocupaciones humanas del territorio. Los romanos adecúan este camino natural y lo transforman en una gran obra de ingeniería civil, con intereses eminentemente militares en un principio, en época del emperador Octavio Augusto.
La Vía de la Plata, en el ámbito geográfico que nos corresponde tratar en este trabajo, se correspondería con el número XXIV del Itinerario de Antonino, que arrancaría en Mérida y llegaría a Baños de Montemayor, en el límite septentrional de la provincia de Cáceres. Destaca este trayecto por la conservación de elementos arqueológicos que contribuyen a su identificación. En este sentido, es inestimable la ayuda que ofrece la presencia de numerosos miliarios, columnas graníticas que jalonaban el camino a modo de mojones kilométricos y que se situarían equidistantes a cada milla romana, distribuidos desde el punto de origen al punto de destino.
Íntimamente ligados a la calzada se encontrarían un gran número de puentes que salvaban arroyos y cauces de ríos como el Tajo y el Guadiana. Algunas de sus mansiones, lugares de parada, alojamiento y avituallamiento para el viajero, situadas cada 30 kilómetros aproximadamente, aparecen claramente identificadas en ocasiones con ciudades romanas, como la colonia Augusta Emerita o el Municipium de Cáparra. El camino presenta, además de estos elementos asociados, una buena conservación de su estructura física en numerosos tramos, lo cual hace que sea perfectamente reconocible sobre el terreno.
Fuente| CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES, E. “Historiografía de la Arqueología en Cáceres. Una Arqueología de Papel” en Arqueología Urbana de Cáceres. Cáceres, 2007, 13-41.