En anteriores artículos para este blog hemos recogido breves pinceladas sobre esos elementos etnográficos que sufren día a día un deterioro imparable, olvidados de la memoria del hombre, desde que en torno a la segunda mitad del siglo XX, el campo sufriera un proceso de abandono hasta el punto que en la actualidad se halla casi en su totalidad despoblado. Uno de esos elementos a los que nos referimos, eran los chozos, testigos de ese oficio que a día de hoy está en el olvido, el pastoreo, ya sea trashumante o estabulado.
En esta ocasión vamos a abordar este tema refiriéndonos principalmente a esa ganadería tan importante en Extremadura que es la ovina, cuyos rebaños desde tiempos inmemoriales han recorrido la geografía extremeña durante generaciones, porque bien es verdad que Extremadura posee importantes rutas de vías pecuarias que se extiende por toda su geografía. El continuo uso que han recibido estos caminos ha permitido que la red que configuran mantenga un relativo buen estado en relación a los de otras comunidades.
Gran importancia ha tenido en la historia de las comunidades el aprovechamiento de las ovejas churra y merina. La churra era la oveja dura y resistente que tenía como destino alimentar con su carne y su leche, la merina era la más importante del establo, la que producía la valiosa lana. Unos autores consideran que la oveja merina procede de los Merinos de Castilla, que eran las figuras de máxima autoridad en sus comarcas. Otros, por el contrario consideran que la oveja merina es introducida en España en el año 1143 por los benimerines, tribu del Norte de África.
Y, precisamente, de estos invasores le viene el nombre de merina. Su cuerpo es compacto, con las patas y el cuello cortos. Su pelaje (que, a diferencia de las churras, cubre la parte superior de la cabeza) refuerza este aspecto compacto. La lana de las merinas es densa, rizada y blanquecina. Raramente presenta manchas. La lana de la oveja merina estaba considerada la más fina y suave de todas. Esto supuso una gran riqueza para Castilla, que privilegió la cría de ovejas merinas fundando el Real Concejo de la Mesta. La Mesta llegó a poseer una red de cañadas reales (aún hoy de titularidad pública) por las cuales las ovejas tenían prioridad en sus rutas de trashumancia o migración estacional a lugares más cálidos durante el invierno.
El primer dato documentado del término merino, se registra en Castilla a mediados del siglo XV. Se lee en el inventario de las tarifas que Juan II de Castilla, en 1442, fija para el paño confeccionado con lana merina. Aunque parece cierto que el nombre “merino” no se generaliza, como voz popular, hasta bien entrado el 1600, facilitándole los mejores pastos verdes al ganado durante todo el año y se evitaba que sufriera los rigores estacionales con la trashumancia. Es el caso de muchos sistemas mediterráneos ya sea por trashumancias de corta distancia, implicando transiciones montaña-valle, o trashumancias largas como la existente entre las dehesas de Extremadura y la Cordillera Cantábrica.
La variabilidad climática del mediterráneo y, en especial, la intensa sequía estival ha hecho que históricamente la trashumancia haya sido muy importante en la región, el paso del ganado y sus pastores de las dehesas de verano a las de invierno, o viceversa. Este movimiento de ganado se realiza mediante un sistema de caminos que reciben el nombre de vías pecuarias o cañadas en Castilla y León o Extremadura, Históricamente trabajaban con el ganado para consumo propio, dado que el mayor valor añadido se obtenía de la venta de la lana. Este comercio daría origen a la Mesta. El Honrado Concejo de la Mesta lo creó el rey Alfonso X el Sabio en 1273. Era una organización ganadera que trataba de organizar los rebaños trashumantes. Esta organización no desapareció hasta el siglo XIX. La caída del precio de la lana en los últimos tiempos ha hecho que hoy en día la actividad sea sustentada por la venta de carne. El territorio es generalmente propiedad del estado y la fuente de energía utilizada es el fuego.
Finalmente, decir que históricamente, la trashumancia en España se ha realizado a pie, pero a partir de mediados del siglo XIX se introduce el ferrocarril. Éste comenzaría a ser a su vez substituido por el camión cincuenta años más tarde, pero la trashumancia aún era mayoritariamente realizada a pie hasta los años 1950.
Fuente| RAMOS RUBIO, J.A., DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, O. “Ermitas y Oratorios de Cáceres”.