A lo largo de nuestras rutas nos hemos referido a distintos tipos de monumentos; de tal forma hemos hablado de los famosos rollos jurisdiccionales y con ello, la diferencia de estos con las picotas. No obstante, existen otros tipos de monumentos muy peculiares en algunos puntos de la geografía extremeña y con los cuales nos hemos cruzado alguna vez a lo largo de nuestros largos recorridos. Estos monumentos son los llamados cruceros, los cuales podemos definir como una cruz de piedra, de distintos tamaños y dimensiones, que normalmente se hallan en cruces de caminos o en los atrios. No obstante, no se deben confundir por ejemplo con los via crucis o los humilladeros; son conceptos totalmente distintos.
No obstante, a pesar de que los cruceros, los viacrucis o los humilladeros son cosas distintas representan una idea común y es que la cruz, ya sea pintada, esculpida o inscrita, es un elemento de culto ancestral que nos ha transmitido y legado el sentimiento religioso de nuestros ascendientes, siendo uno de los símbolos más remotos que haya podido crear el hombre. Bien sea como fundamento sencillo o monumental. Por su parte, es evidente que tendríamos que remontarnos bastantes siglos atrás, para conocer los orígenes de las cruces de piedra que llegan a representar diferentes características y formas, y que en sus inicios el signo de la cruz se utilizaría se utilizó para consagrar distintos lugares y aquellos elementos que llegaron a pertenecer a cultos paganos mucho más antiguos. Este proceso ya lo hemos visto en yacimientos o lugares cercanos en los alrededores de Cáceres, por ejemplo en la zona de la Zafrilla donde se ha documentado el culto ancestral a la diosa Ataecina pero cuyos altares rupestres fueron sacralizados posteriormente por el cristianismo ya que aparece el símbolo de la cruz en ellos grabado sobre el granito.
En cuanto a los cruceros propiamente dichos, es muy probable que tengan su origen en las Islas Británicas, en las llamadas “cruces altas o cruces hincadas”, durante los siglos VII y VIII; cronología en la cual llegarían las primeras cruces a la Península Ibérica, periodo coincidente con la instalación en el norte peninsular de muchos monjes bretones e irlandeses para acometer la evangelización del territorio. No obstante, hay que tener claro que en toda la península ibérica existía ya una auténtica red de caminos ejecutada por los romanos, los cuales marcaron estas vías con miliarios. Estos miliarios pueden considerarse los predecesores de estas cruces de caminos ya que con la posterior llegada del cristianismo y evangelización de los territorios muchos fueron marcados con cruces y sacralizados; sobre todo en el llamado “Camino de Santiago”. Estas primeras cruces no tenían talladas imágenes ni tampoco estaban dotadas de columnas ya que se trataban de simples “insignias” que con el tiempo serían reemplazadas o transformadas en los actuales cruceros.
Este es por lo tanto el origen de muchos de los que hallamos en Extremadura la cual, como es bien sabido, es atravesada por dos grandes caminos. El más antiguo por supuesto lo constituye la vía romana de la plata y posteriormente, ya de época medieval, el llamado camino mozárabe. Ambos utilizados por los peregrinos que se dirigían al norte, a Santiago de Compostela para visitar la tumba del Apóstol. Tanto la vía de la plata como el camino mozárabe tendían un gran auge a partir del siglo XII contribuyendo ello al levantamiento de numerosas cruces a lo largo de la ruta, cristianizando por parte de los propios peregrinos muchos de los antiguos miliarios que jalonaban las antiguas calzadas romanas como la propia Vía de la Plata. Esta, como bien hemos comentado anteriormente formarían parte de una extensa red de caminos que a su vez se convertirían en vías de entrada y difusión de influencias religiosas, pero también artísticas provenientes del resto de Europa, y ello supuso un fuerte desarrollo económico y cultural para todo el territorio peninsular.
La prueba más evidente de la entrada y difusión de influencias religiosas, ligadas al levantamiento de este tipo de monumentos, son las órdenes religiosas. Por un lado, las órdenes monásticas que fueron llegando a la Península Ibérica durante la Edad Media traerían consigo notorias influencias germanas o francesas y que sin duda dejarían su impronta en el desarrollo artístico de la época; un ejemplo de ello son los monjes benedictinos que se encargarían de levantar numerosas cruces en los caminos y en los atrios de las iglesias.
Por otro lado estaban las órdenes mendicantes como franciscanos o dominicos, cuyos conventos a diferencia de los primeros se encontraban en el centro de las poblaciones y por tanto aconsejaban levantar las cruces en la entrada de los pueblos, aunque en un primero momento sin imágenes, tan sólo clavadas sobre el suelo o bien insertadas sobre gradas, en las que el propio brazo vertical inferior hacía las veces de columna; más adelante, a partir del siglo XIV, las cruces ya fueron de carácter gótico con imágenes de Cristo y sobre unas columnas de piedra alzadas sobre un pequeño graderío. Estas son las que más se conservan y las cuales están más extendidas ya que, dado el carácter mendicante de estas órdenes, no estaban obligadas a residir en lugares fijos y ello supuso la propagación rápida de este tipo de construcciones.
Fuente| PLAZA BELTRÁN, Marta. Origen, vías de penetración y expansión de cruces y cruceros en la península Ibérica. Hispania Sacra LXV, 131, enero-junio 2013, p.p. 7-28