En la primera parte de esta serie sobre la esclavitud en Extremadura, hemos podido observar varios aspectos sobre los esclavos que vivieron en Extremadura: la representatividad que tuvieron en el conjunto de la población y cómo llegaban a través del comercio a estas tierras. También nos hemos aproximado a sus lugares de procedencia y a los rasgos de identidad de la minoría esclava. Ahora nos detendremos en descubrir cuáles eran las circunstancias en las que se desarrollaba su vida cotidiana tratando de ver quiénes eran los principales propietarios de esclavos y cómo vivían las personas sometidas a esclavitud bajo el dominio de sus amos, a qué actividades se dedicaban y otras facetas de su existencia, comprobando las diferencias en su modo de vida con respecto a los hombres libres.
Hay que señalar que las condiciones de vida de los esclavos podían ser variadas dependiendo de factores como el ámbito en que se encontrasen, quién fuera su amo, el trato que éste les dispensara y la propia capacidad de los esclavos para adaptarse a su situación, de forma general, su existencia estuvo marcada por su condición esclava, que comportaba homogeneidad en algunos aspectos de su vida. Esta circunstancia los reducía a ser considerados como meros objetos sobre los que el propietario tenía el dominio absoluto y podía disponer del mismo modo a como lo hacía con cualquier otro bien que le perteneciera.
Las fuentes documentales revelan con exactitud que los extremeños que poseían entre sus bienes esclavos realizaron, entre otras operaciones, la venta de los mismos aunque también los donaron a familiares o allegados por diferentes motivos, entre ellos para remediar una situación económica precaria. Otros donaron esclavos con la finalidad de que algún pariente pudiese continuar los estudios; además, la inclusión de esclavos entre los bienes que los esposos aportaban al matrimonio constituía una práctica corriente entre los grupos privilegiados. También en otros tipos documentales, tales como testamentos o ventas, los dueños de esclavos especificaban, en ocasiones, la procedencia de éstos por vía dotal, y a veces también aparecen esclavos en las dotes de religiosos o como otros bienes, los esclavos eran también legados y recibidos como herencia ya que la presencia de esclavos entre las propiedades contenidas en algunos testamentos supondría que éstos debían ser repartidos, como el resto del patrimonio, entre los herederos.
El tratamiento de los esclavos como meros objetos se observa también en otras circunstancias. Por otro lado, la posesión de esclavos constituyó un recurso con el que afrontar necesidades económicas, de modo que fueron utilizados como aval, pero también fueron una forma de pago o ser objeto de préstamo. En ocasiones, el esclavo llegó a ser un obsequio con el que agasajar a alguna persona.
Todo ello constituye una muestra de la consideración que los esclavos recibían por parte de la sociedad que en ocasiones hacía prevalecer su valor como bienes sobre su condición humana. Carentes de personalidad jurídica, los esclavos no tenían capacidad para actuar y los dueños se convertían en los responsables de los actos de sus esclavos ante la justicia, tanto para proceder a su defensa como para responder al cumplimiento de las penas pecuniarias y al pago de las indemnizaciones a los afectados por la acción de sus esclavos. Al mismo tiempo, si éstos eran agredidos por otras personas, también son los amos los que reciben las compensaciones igual que si hubiese sido perjudicado cualquier otro patrimonio suyo.
Aunque su relación con el propietario pudiera “humanizar” esta situación de discriminación jurídica, es también cierto que la consideración del esclavo como un mero objeto con valoración económica primó en muchas ocasiones sobre la estima personal que le tuviera el amo. En este sentido, el esclavo era un producto suntuario, un signo de lujo y ostentación para las personas que contaban con uno entre sus bienes puesto que el precio que alcanzaba en el mercado estaba por encima de las posibilidades de muchos, a la par que suponía una inversión cuyo valor económico estaba relacionado con la productividad que se pudiera obtener de él mediante su trabajo.
De la marginalidad jurídica de los esclavos, se derivaba una marginalidad social pues el esclavo ocupaba el puesto más bajo en la escala social. Si el ascenso social fue difícil en esta época, para las personas esclavizadas, como no fuera dentro de su grupo, el ascenso era prácticamente imposible, pues de alguna manera estaban al margen de la sociedad misma. Únicamente la libertad supondría una mejora de su existencia en la medida en que se le reconocían capacidades y potestades que en su condición de esclavo no tenía. Pese a todo, seguirían formando parte del mundo de la marginación.
La situación particular del esclavo se manifiesta también en leyes específicas insertas en las ordenanzas municipales de muchas ciudades que contenían prohibiciones destinadas a limitar la actuación de su población esclava o bien se señalaban las penas y castigos que debían ser aplicadas a los esclavos que hubiesen cometido algún delito y que diferían de las generales para el resto de la población libre.
Sin embargo, se puede apreciar la existencia de cierta ambigüedad en el tratamiento del esclavo, pues al mismo tiempo que eran considerados como meros objetos o como seres inferiores (con frecuencia asociados al mundo animal), la práctica de ciertos derechos, como casarse, poder acceder a la libertad y pleitear por ella, la posibilidad de contar con asistencia judicial cuando se trataba de proteger y defender sus propios intereses o la admisión de sus testimonios en juicios, implicaban una aceptación de su humanidad y su reconocimiento como personas.
No obstante, la vida del esclavo era mucho más compleja, pues a las limitaciones derivadas de su condición, la existencia vital de un esclavo podía ser más o menos dura dependiendo de aspectos particulares, con lo cual la casuística es diversa.
En Extremadura la ocupación de los esclavos estuvo relacionada con los intereses económicos de los propietarios, tal y como ocurría en otros espacios peninsulares, lo que significó una diversificación de las tareas desarrolladas por las personas esclavizadas. De hecho, aunque su función más extendida fue el servicio doméstico, ya hemos explicado que este servicio implicaba funciones más allá de las estrictamente desarrolladas en el hogar, que suponían el desempeño de labores en las propiedades agrícolas de los amos, tanto en el cultivo de la tierra como en el cuidado del ganado, e incluso en los talleres artesanales…
Muy habitualmente, la historiografía ha negado el carácter productivo de los esclavos, considerando que al dedicarse éstos, en especial las mujeres, a las tareas domésticas, su aportación al desarrollo económico no era significativa. No obstante, contamos con diversos testimonios que avalan que los propios dueños eran partícipes del valor del trabajo desempeñado por sus dependientes.
La importancia del trabajo de los esclavos también se hace patente cuando observamos lo que costaba a ciertos propietarios prescindir de su servicio, como se comprueba en la reticencia que muestran en ocasiones para concederles la libertad, concesión a veces sujeta a tales condiciones que suponían para los amos seguir gozando de los servicios completos que las personas esclavizadas les proporcionaban o parte de ellos. Dicho todo esto, la función productiva del esclavo es clara, pues éste era adquirido fundamentalmente para desempeñar un trabajo. En todo caso, cualquier persona con necesidad de servicio y con posibilidades de pagarlo se plantearía la opción de comprar un esclavo o contratar un criado.
En este sentido, podemos afirmar que los esclavos constituían simultáneamente un signo de prestigio para sus propietarios y mano de obra de la que se obtenía un rendimiento laboral, pues ambas funciones no eran incompatibles. No obstante, desde mediados del siglo XVII, los esclavos, cada vez más escasos en el mercado y con precio elevado, van siendo relevados en sus funciones por personal asalariado. En Extremadura podemos observar que progresivamente los amos irán prescindiendo de los esclavos a favor de personas libres que cobran por el trabajo realizado. De forma que en el siglo XVIII sólo los grupos más pudientes mantendrán esclavos a su servicio que convivirían con un número de criados creciente.
Fuente| Periañez Gómez, R. “La Esclavitud en Extremadura”, Tesis Doctoral, Universidad de Extremadura, 2008.
Documento Original: la-esclavitud-en-extremadura-ii
Un comentario en “La Esclavitud en Extremadura II: La vida de los esclavos en Extremadura (Primera Parte)”