El año en 1492 no solo fue el año del fin de la Reconquista y del Descubrimiento de América, sino también de la expulsión de una gran masa de españoles, cuyo delito imperdonable fue el ser de raza judía. Ese año se convirtió en bisagra entre el mundo propiamente judío español y el judeoconverso, ambos con profundas incidencia en la historia y la cultura españolas. Tras las expulsión y saqueo de las juderías y, en muchos casos, de la destrucción sistemática de toda huella judía, a pesar de todo, la impronta dejada durante siglos (podían presumir los judíos de estar presentes en la península desde los primeros siglos de nuestra era), no podía borrarse de la noche a la mañana.
En 1996 un buen estudioso de las minorías étnicas históricas de nuestra tierra, el profesor Fernández Nieva, avisaba de «lo mucho que aún queda por hacer» en lo referente al conocimiento de la presencia y herencia judía en Extremadura, «si queremos saber de las raíces hebreas en Sefarad y por tanto de nuestras raíces extremeñas». Afortunadamente han menudeado estudios parciales o locales que van enriqueciendo el conocimiento de la presencia hebrea en Extremadura, especialmente en el apartado de la difícil identificación de individuos y familias de estirpe o adscripción judeoconversa.
Así, recordando (en homenaje a él) al Profesor Serrano Mangas (2004) de la Universidad de Extremadura, tras un estudio documental modélico fue capaz de identificar al autor de la ocultación de la conocida Biblioteca de Bancarrota. Igualmente R. Caso Amador y J.L. Fornieles Álvarez (2001) han estudiado y fijado el tan debatido origen judío del genial Benito Arias Montano. También Luis Garraín, cronista oficial de Llerena, (1999) ha podido llegar a establecer, a través de nóminas de penitenciados por la Inquisición, el origen judío del Cronista de Indias, el llerenense Cieza de León; Guillermo Kurtz se ha internado documentalmente en la judería de Badajoz entre el siglo XIII y 1492 (2005). Marciano de Hervás lleva años animando al estudio de la presencia judía en esta población de la Alta Extremadura y, desde ella, en toda la región.
La Arquitectura: barrios y sinagogas
Parece que no hay duda sobre la localización de las juderías de gran número de poblaciones extremeñas. En otros casos, aun constando su existencia, no se cuenta con su localización exacta en el entramado urbano de sus cascos históricos. Juderías importantes del norte extremeño fueron las de Cáceres, Coria, Guadalupe, Hervás y Plasencia. En la franja central tenemos noticias de las de Alburquerque, Badajoz, Mérida y Medellín. Del Sur, Azuaga, Fregenal, Burguillos del Cerro, Jerez, Llerena, Segura de León, Zafra…, fueron receptoras principales de los judíos que, en los siglos XIV y XV, huyeron de las duras persecuciones a que se vieron sometidos en Portugal y Andalucía. Condenado a muerte, en 1483 tuvo que escapar de Portugal y refugiarse en la judería de Segura de León Isaac Abravanel, teólogo y financiero a un tiempo. En ella estuvo escribiendo comentarios a diversos libros de la Biblia, hasta que fuera llamado por los Reyes Católicos para que se hiciera cargo de las finanzas reales. Sería uno de los encargados de conducir a su pueblo al exilio tras la expulsión de 1492.
¿Dónde y cómo rastrear entonces la huella dejada por los hijos de Abrahán en Extremadura? La mayoría de las poblaciones extremeñas contaron con judería. Una de las mejor identificadas es la de Trujillo, donde cuentan incluso con restos epigráficos referentes a la ubicación de la sinagoga. En lugares como esta misma ciudad, Montijo o Cáceres llegó a haber dos juderías conocidas como la vieja y la nueva. En algunas aljamas extremeñas debió haber más de una sinagoga, como en Badajoz o en Segura de León, donde se documenta la existencia de la sinagoga en la desaparecida ermita de Santa María, no lejos de la actual iglesia parroquial o las ermitas de San Roque y la también desaparecidas de Santa Cruz en la calle de su nombre.
A veces la propia toponimia es delatora de la realidad pasada. Topónimos como Cinoja, o Sinoga ubican a las claras la existencia de una sinagoga. Denominaciones de Calle Nueva, Calle de Santa Cruz, el Toledillo… nos ponen también en la pista de la existencia de la aljama o judería. No es casualidad que ermitas, conventos o parroquias con el nombre de Santa Catalina hayan cristianizado una anterior sinagoga en el mismo sitio, casos de Badajoz, Mérida, Llerena, Zafra, Burguillos del Cerro, Fregenal de la Sierra, Jerez de los Caballeros e Higuera la Real. Otras veces es el propio término de judío o equivalentes el que encontramos en topónimos urbanos o extramuros de nuestras villas y ciudades, tales como La Fuente del Judío, finca ‘El judío’ o la de Matajudíos, Cañada del judío, Fonsario de (u osario) de judíos, Las Marranas, etc.
La “Huella humana”: Los judeoconversos
Más difícil resulta identificar con precisión las estirpes e individuos que tras la expulsión se quedaron como judeoconversos en la península: el cambio interesado de apellidos y residencia, la compra comprobada de limpieza de sangre y la consiguiente manipulación de documentos…, hacen difícil su seguimiento genealógico.
Forzados por las circunstancias, miles de judíos prefirieron la conversión real o aparente para seguir viviendo en la tierra de sus mayores. Si por una parte se libraron de la tragedia del exilio, se vieron inmersos en el drama de la ocultación de sus orígenes, siempre con el ojo poliédrico de la Inquisición al acecho de sus andanzas. Denunciados, convictos y confesos en muchos casos, tuvieron que soportar los sambenitos familiares expuestos en iglesias y ermitas para memoria perenne y afrentosa de sus orígenes. Solo el lento paso del tiempo pondría fin a esta tortura social.
A pesar de todo ello, podemos decir que fueron fermento fértil de la sociedad extremeña en campos como el de la literatura o la teología, la medicina o las finanzas, la enseñanza o cualquier otra rama del saber. Ahí están el ya citado Benito Arias Montano, de saberes universales; el poeta épico zafrense Cristóbal de Mesa o los Peñaranda de Llerena-Bancarrota. Otros siguen en el punto de mira de los investigadores: Francisco Sánchez El Brocense, Pedro de Valencia, los médicos Arceo de Fregenal o Sorapán de Rieros, el zafrense y ajedrecista Ruy López de Segura, el indiano y mercader Alonso de Paz, de Fregenal de la Sierra, los Ramírez de Prado, con raíces y presencia en las poblaciones de Llerena, Zafra o Segura de León. Entre estos últimos los hay escritores como Lorenzo y Catalina Ramírez, obispos, como Marcos, hermano de Lorenzo; mercaderes como el padre de ambos, Alonso. Y un largo etcétera.
Las Huellas del pueblo sefardita en el folklore popular extremeño
El folklore, más que de huella de la presencia judía, es testigo del reverso de la medalla: el antijudaísmo popular de la sociedad extremeña. Se apela con frecuencia a las buenas relaciones entre los miembros pertenecientes a cada una de las tres religiones del Libro en la Península. No creemos que fuera tan idílica dicha coexistencia. Aunque útiles los judíos de Sefarad para reyes y nobles a la hora de organizar el cobro de los impuestos, por lo mismo no estaban bien vistos ni apreciados por el pueblo llano que tenía que soportar las cargas tributarias. Otras veces fueron personajes que hoy podríamos llamar fundamentalistas, como Ferrán Martínez, el arcediano de Écija en 1381, los que azuzaron a las masas contra estos vecinos incómodos. En cualquier caso, sobre los judíos no dejaron de caer disposiciones legales restrictivas a lo largo de toda la Edad Media, tanto en lo referente a sus oficios artesanales y cobratorios, como sobre sus barrios y viviendas e incluso en tema tan particular como el de su vestido. La presión sobre los seguidores de Moisés fue constante y en aumento hasta terminar en el día fatídico de la expulsión o en la alternativa de la más dramática conversión forzada por las circunstancias
Hasta tiempos no muy lejanos la liturgia de la Iglesia recordaba en sus oraciones del Viernes Santo al pueblo deicida de Israel. Su traducción popular se puede observar en el conocido Paso de la Cruz. La dialéctica se presenta en la dicotomía defensores de la Cruz y sus atacantes, los hebreos o judíos: Feria, Fuente del Maestre, Valverde de Burguillos o Almonaster la Real en Huelva mantienen la tradición de dicho Paso. El Peropalo de Villanueva de la Vera es, al decir de los estudiosos, la manifestación más antijudía del folklore extremeño. Otras de menor rango como la conocida cancioncilla «Que llueva, Que Llueva, la Virgen de la Cueva» en versión recogida en Segura de León, terminaba con un confesado deseo… Que caiga un chaparrón. Que se mojen los judíos y mi padre no. En la misma población, a la cohorte romana y de alabarderos que intervienen en distintos momentos de la Semana Santa, el pueblo les denomina con aparente impropiedad los judíos.
La Gastronomía sefardita y su huella
Frente a la simplicidad de la cocina cristiana, parece que en las cocinas judías se desarrollaba un cierto esmero a la hora de cocinar las verduras y envolver con masas muy trabajadas carnes y confituras: albóndigas o las empanadillas, que admitían la dualidad dulce y salada y se consumían como postre o plato principal, siguen presentes en nuestras mesas. En la cocina levítica también destaca el gusto por las especias y los sabores ácidos.
Uno de los platos más sublimes de las mesas judías era el hamín o potaje de «jodíos», lo que en Castilla se conocía como adafina o cosa caliente. Es el genuino cocido, el botillo leonés, la olla podrida del sur y tantas denominaciones como pueblos haya en España. Los ingredientes básicos del hamín eran garbanzos, verduras y hortalizas de temporada (col, puerros), huevos, carne de vaca, carnero o buey; cebolla, especias todo ello ligado con bolas de pan, el relleno de Ávila. La elaboración era muy simple, pues se introducían todos los ingredientes en una cazuela y se ponían a cocer. Era el plato del Sabbath, que se preparaba el día anterior y se mantenía caliente durante toda la noche sobre brasas, habida cuenta de que durante el Sabbat no se puede trabajar.
Las chimeneas que no humeaban en sábado eran sospechosas de criptojudaísmo. Una de las especialidades judías que permanece con rotundidad en nuestras mesas son las empanadillas y las albóndigas, bolas de carne picada (ternera o vaca) que se freían y se condimentaban después en una salsa de harina, almendras, ajo y perejil. Especialidades vegetales muy extendidas en la cocina judía eran las fritadas, que se hacían con calabacines, puerros, espinacas y cebollas, a las que se añadían carnes y pescados. Variante de todo ello sería el pisto, al que el descubrimiento de América añadiría el tomate. Otras especialidades judías que encontramos en nuestras mesas son pescado frito marinado, las rosquillas de anís, almendrados, bienmesabe, herraduras, hojuelas.
Itinerario por tres de las Juderías más importantes de Extremadura (Pertenecen a la Red de Juderías de España)
Desde este blog somos conscientes de que hay juderías muy importantes en Extremadura, de gran importancia histórica y patrimonial tales como del norte extremeño fueron las de Cáceres, Coria, Guadalupe, Hervás y Plasencia. En la franja central, Alburquerque, Badajoz, Mérida y Medellín. Del sur, Azuaga, Fregenal, Burguillos del Cerro, Jerez, Llerena, Segura de León, Zafra… fueron receptoras principales de los judíos; no obstante nos centraremos en un recorrido turístico en aquellas que pertenecen a la Red de Juderías de España “Caminos de Sefarad”.
Comenzamos este itinerario por el mundo sefardita extremeño en Cáceres, para visitar su Casco Histórico, y en especial su Judería, integrada dentro de la Red de Juderías de España “Caminos de Sefarad”.
La Judería Vieja de Cáceres es una de las zonas más bellas de la ciudad intramuros. Con intervenciones urbanísticas de escasa envergadura a lo largo de los siglos, el actual barrio de San Antonio de la Quebrada conserva hoy gran parte de la estructura y del tipismo que debía tener cuando estuvo poblado por judíos. Sus calles irregulares y abruptas; la blancura humilde de sus casas encaladas; sus flores de estación en balcones y pequeños jardines y la vida cotidiana que alberga crean un extraño contraste con las estructuras severas y monumentales que la coronan, de color ocre de piedra bañada por el sol. Su adaptación a la orografía, al encontrarse en la zona más accidentada de la ciudad amurallada, es una de las características más relevantes de la judería cacereña, donde las calles y las casas forman un conjunto muy variado lleno de rincones, escaleras y espacios caprichosos que sus actuales moradores se han encargado de conservar adornados con flores de estación y plenos de sabor popular.
Las calles de la Judería Vieja de Cáceres tienen marcadas pendientes y cuestas que a veces llevan escalones, ya que constituyen el extremo de mayor dificultad urbanística del suelo de Cáceres intramuros, y esto ha contribuido a que sea un lugar de construcciones pobres, además de que sus espacios intrincados lo alejan de la circulación de los núcleos importantes de la ciudad.
Las viviendas se encuentran adosadas a la muralla y utilizan ésta como muro de la casa, y alguna torre y otros espacios como rudimentarios jardines o improvisadas huertas, integrando la naturaleza y la historia con lo popular, hecho existente ya en el siglo XVIII cuando se permite utilizar la muralla para otros fines, dado que ya no sirve de defensa. Son casas de tamaño reducido, de una planta o planta baja y otra superior, vanos pequeños y anárquicos, puertas la mayoría adinteladas.
A continuación seguimos viaje hacia el norte, hacia la llamada “Capital del Jerte”, la ciudad de Plasencia declarada Conjunto Histórico y que posee otra de las juderías integradas dentro de la ya mencionada red. En Plasencia la conocida como judería de La Mota es un amplio espacio del noroeste de la ciudad amurallada ocupado por los judíos desde el siglo XII, tras la fundación alfonsina, y convertido posteriormente en apartamiento en el siglo XV. De las cuatro aljamas pertenecientes a la diócesis (Plasencia, Béjar, Medellín y Trujillo), la placentina era la más pujante. Por los documentos se sabe que los hebreos superaban con frecuencia a los cristianos en las pujas por las rentas de las alcabalas de la familia Zúñiga en la segunda mitad del siglo XV, así como que algunos fueron propietarios de tierras y otros alquilaron viñedos al Cabildo.
Aunque en Plasencia no se registraron sucesos sangrientos en 1391, el clima de violencia antijudía generalizado en España en los últimos años del siglo XIV y los primeros del XV sí provocó que el concejo placentino, siguiendo las directrices de las leyes de Ayllón, estableciera en el año 1412 el apartamiento de la comunidad hebrea en un barrio cerrado, para lo que se levantó un muro desde la actual plaza de San Nicolás hasta la puerta de Coria, cerrando con una cerca los terrenos que ocupan actualmente el Parador, la iglesia de San Vicente Ferrer y el palacio de Mirabel, con excepción de la huerta.
Finalmente, nos podemos desplazar también a otro de los centros de la cultura judía más importante de Extremadura, a la localidad de Hervás, en el corazón del Valle del Ambroz, donde el visitante se puede deleitar con una de las juderías mejor conservadas de España.
En Hervás no hay indicios históricos de ningún apartamiento de judíos en barrios separados de los cristianos. Tampoco se han registrado referencias que expresen conflictos interreligiosos vecinales en Hervás anterior a 1492. Los documentos nunca hablan de judería en Hervás, sino que hacen referencia a «los judíos de Hervás» que convivieron en medio de un clima de relativa tolerancia, sin enfrentamientos que justificaran apartamientos marginales, probablemente en torno a las calles de la Corredera y la Plaza, donde residieron los conversos en el siglo XVI. Pero también habría una calle judía, articulada en torno a la del Rabilero, donde se ubica tradicionalmente la sinagoga.
Aunque algunas fuentes cifran la llegada del contingente de origen hebreo a la población en el siglo XIII, la primera documentación oficial data de 1464, vinculando a los judíos con la familia Zúñiga, es decir, con el ducado de Béjar, al que perteneció Hervás desde 1369 hasta la concesión del privilegio de villazgo, en 1816.
Hay que pensar que en el siglo XV Hervás tenía algo más de doscientos vecinos, entre ellos cuarenta y cinco familias judías que, bajo el amparo del Duque, se habían refugiado aquí huyendo de las persecuciones de 1391. Los documentos nos hablan de familias como los Cohen, los Çalama, los Haben Haxiz o los Molho, y de su relevancia dentro de la comunidad quedó durante muchos años el dicho de Hervás, judíos los más.
Tras el edicto de 1492, veinticinco familias salieron de Hervás hacia Portugal, quedándose el resto sujetos a la conversión forzosa al cristianismo; algunos de ellos regresaron como conversos, como lo hizo el rabí Samuel dos años después, para ingresar en la cofradía de San Gervasio, que permitió al colectivo judío seguir manteniendo su cohesión durante algún tiempo. Los casos de criptojudaísmo detectados en los años posteriores al decreto de expulsión y la persecución incesante de la Inquisición propiciaron que el fenómeno de los conversos tuviera en Hervás una relevancia que todavía se recuerda en el presente con la celebración anual de las jornadas dedicadas a los Conversos.
Fuente| Andrés Oyola Fabián, “La Huella Judía en Extremadura” en el Periodico HOY
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