En la Edad del Bronce había un movimiento continuo de objetos y personas de una parte a otra del mundo conocido. La existencia de objetos venidos de fuera,y que acabaron en lugares muy lejanos a su sitio de origen, me hizo preguntarme cómo llegaron hasta aquí y cómo serían recibidos esos grupos de hombres llegados de tierras remotas y que caminaban por las rutas naturales que comunican el mar con el interior peninsular y el norte con el sur. Creo que la primera reacción de los locales sería recibir a los viajeros con recelo y mucha desconfianza. Me imagino que estarían “a la expectativa de las reacciones”. Serían frecuentes los asaltos, los robos, las emboscadas. Los desconocidos deberían mostrar de alguna manera que llegaban con buenas intenciones. ¿Quizás ofrecían regalos?, ¿mostraban sus manos en alto?, ¿tiraban sus armas al suelo?, ¿aparecían serviles ante los líderes locales?, ¿hacían algún tipo de reverencia?
Desconocemos, por desgracia, cómo era la hospitalidad con los llegados de fuera en la Edad del Bronce en la Península Ibérica. Sin embargo, los documentos escritos en Lineal B, en Micenas (II milenio a.C) y los poemas míticos homéricos (I milenio a.C) nos desvelan una serie de datos que, con todas las reservas, podríamos extrapolar a nuestro territorio en ese mismo periodo.
Tanto en la Ilíada como en la Odisea, la hospitalidad es una forma de “alianza entre familias de la élite”. Además en la Odisea, se especifica un nuevo tipo de hospitalidad a «forasteros, suplicantes y vagabundos que llegaran en son de paz», a los que se debía dar alojamiento, comida y ayuda, si fuera necesario, para continuar el viaje. También en la Odisea, si un viajero era reconocido como “antiguo huésped familiar”, este pasaba a ser miembro con todos sus privilegios de dicha familia (así le sucede a Odiseo en muchos casos). En este tipo de relaciones, se intentaba que la hospitalidad mutua perdurara en el tiempo y para ello se hacían espléndidos regalos. Dentro de estos rituales hospitalarios, cobraba gran importancia el banquete, como nexo de unión y agregación del recién llegado (¿tendrían esa función los cuencos de oro y las botellas del Tesoro de Villena?).
«—Bienvenido, forastero, serás agasajado en mi casa. Luego que hayas probado del banquete, dirás qué precisas.
(…) . Al lado colocó un canapé labrado lejos de los pretendientes, no fuera que el huésped, molesto por el ruido, no se deleitara con el banquete alcanzado por sus arrogancias y para preguntarle sobre su padre ausente. Y una esclava derramó sobre fuente de plata el aguamanos que llevaba en hermosa jarra de oro, para que se lavara, y al lado extendió una mesa pulimentada. Luego la venerable ama de llaves puso comida sobre ella y añadió abundantes piezas escogidas, favoreciéndole entre los que estaban presentes. El trinchante les ofreció fuentes de toda clase de carnes que habían sacado del trinchador y a su lado colocó copas de oro. Y un heraldo se les acercaba a menudo y les escanciaba vino».
La Odisea. Canto I
Fuente| María Rosario Mondéjar, colaboradora de Arqueogestión: Arqueología y Gestión Turística y Autora de la Novela histórica La premonición de Safeyce
Para ampliar información este artículo se halla en Relación con| Banquetes, Hospitalidad y Música durante el Bronce Final II Peninsular (Teodoro Fondón Ramos)