La Terra Sigillata en Extremadura: Introducción al estudio de las cerámicas romanas en Augusta Emérita I

En palabras de Beltrán Lloris, la cerámica, a nivel general, se considera como un fósil director de primer orden dentro de los hallazgos muebles en las excavaciones arqueológicas ya que a partir de la misma podemos ir trazando las grandes líneas de desarrollo de cualquier cultura. Por ello, se suele considerar que las cerámicas son uno de los aspectos más subjetivos dentro de la investigación científica; y a ello hay que añadirle que para su denominación los investigadores han acudido a criterios extraídos directamente de su consideración formal o de su función, a pesar de que existe un amplio abanico de usos secundarios y que en muchas ocasiones son reutilizadas.

En nuestro caso nos referiremos al mundo romano y dentro de este al tipo cerámico que conocemos como Terra Sigillata, concretamente en la capital de la antigua provincia de la Lusitania, Augusta Emerita ya que ésta a nivel arqueológico es sin duda Mérida la que tiene la suerte de ofrecer para este estudio la mejor información. Esto se debe o bien por el desarrollo que alcanza en general la cultura, o bien porque los ferrocarriles llevaron con más frecuencia a este lugar anticuarios entendidos, y que generalizan entre los emeritenses los principios fundamentales de la arqueología.

Concretamente, Vicente Barrantes y Moreno en su obra “Barros Emeritenses” se refiere a la devastación que sufrió la ciudad de Mérida por las tropas de Muza y que se recoge en las “Crónicas del Moro Rasis”, pero también a través de esta se puede trazar el cuadro de las desdichas de esta ciudad, antes y después de la conquista árabe, porque si estos devastaban los mármoles de los edificios de los godos, los godos debieron hacer lo mismo con los mármoles romanos, y a su vez las tropas cristianas de Castilla y León con las de todos sus antecesores puesto que Mérida se halla situada en el paso forzoso de los ejércitos que se encaminaran a los extremos de la península a causa de su amplia red de calzadas.

Por esta red de calzadas, que en la antigüedad hicieron de Mérida una ciudad poderosa, a lo largo de la Edad Media hubo un incesante tráfico de enemigos que a su paso la iban convirtiendo en polvo poco a poco, y es a lo que se refiere Moreno Vargas cuando llegó a esta ciudad que se lamentaba de no encontrar una piedra entera, ni estatuas con brazos ni una cabeza con nariz. Entonces, puestos en esta situación no es extraño que junto a los mármoles, que en condiciones normales sean capaces de resistir el paso del tiempo, los barros también hayan desaparecido; y así es la situación, en la cual son totalmente nulas tanto la indumentaria como la cerámica en las antigüedades extremeñas.

Sin embargo, tanto la cerámica como la indumentaria juegan un importante papel en la historia de la civilización hispano-lusitana. En concreto, la cerámica es imprescindible en España para la educación artística y literaria para los pueblos modernos (refiriéndose al futuro), y hay que decir que allí donde abundan bellos objetos cerámicos de épocas posteriores existe también una viva y vigorosa tradición romana, como puede ser el caso de la bellísima cerámica árabe y mudéjar, que abundan en las provincias de Badajoz y Cáceres, probando hasta cierto punto las oscuras tradiciones de haber existido famosas alfarerías hacia Salvatierra de los Barros y Salorino.

Como las principales ciudades de los extremos quedaron despobladas, y posteriormente sobre las ruinas se construyeron viviendas, sin que ningún suceso posterior haya venido a desarrollar en ellas grandes elementos de vitalidad, la arqueología les debe escasísimos progresos, donde únicamente toma parte la causalidad. De hecho solo uno de sus historiadores, llamado Rodrigo Dosma, presta atención a la rama de antigüedad que nos ocupa, y este prueba lo escasos y desconocidos que eran en el siglo XVI los más vulgares objetos cerámicos romanos; y así este dio el nombre de “mixtario” a un ánfora de cinco palmos y ponderando la extrañeza de su forma, como también llama “casquillo de barro” a una lucerna o fragmento de ella; pero este historiador eres el único que en aquellos tiempos coleccionaba en Extremadura restos de la antigüedad hasta el punto de legar a su patria un principio de Museo Arqueológico.

Fuente| BELTRÁN LLORIS, M. Guía de la cerámica romana. Zaragoza, 1990; BARRANTES Y MORENO, V. Barros Emeritenses: estudio sobre los restos de cerámica romana que suelen hallarse en las ruinas de Mérida. Madrid, 1877.

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