La Terra Sigillata en Extremadura: Introducción al estudio de las cerámicas romanas en Augusta Emérita II

En palabras de Beltrán Lloris, la cerámica, a nivel general, se considera como un fósil director de primer orden dentro de los hallazgos muebles en las excavaciones arqueológicas ya que a partir de la misma podemos ir trazando las grandes líneas de desarrollo de cualquier cultura. Por ello, se suele considerar que las cerámicas son uno de los aspectos más subjetivos dentro de la investigación científica; y a ello hay que añadirle que para su denominación los investigadores han acudido a criterios extraídos directamente de su consideración formal o de su función, a pesar de que existe un amplio abanico de usos secundarios y que en muchas ocasiones son reutilizadas.

En nuestro caso nos referiremos al mundo romano y dentro de este al tipo cerámico que conocemos como Terra Sigillata, concretamente en la capital de la antigua provincia de la Lusitania, Augusta Emerita. Aún así el estudio de este tipo concreto de cerámica romana se vislumbra complicado pues uno de los aspectos más desalentadores en el estudio de las cerámicas sigillatas de Mérida, fue la propia confirmación en la procedencia de muchos de los materiales; buena parte de estos materiales proceden de las excavaciones efectuadas en el recinto de La Alcazaba, y también del solar que actualmente ocupa el Museo Nacional de Arte Romano (solar “Las Torres”), aspectos que además de dificultar la labor investigadora, podrían prestarse fácilmente a una idea errónea en lo que a la difusión se refiere, pues parece que sólo estos dos puntos de la ciudad registrasen este tipo de cerámicas. Esta evidencia por tanto, pone de manifiesto la triste y preocupante “selección” de materiales llevada a cabo mucho tiempo atrás.

Este criterio de escogimiento, fruto del desconocimiento que marcaría la etapa romántica de la arqueología, y esto es aplicable a otros tipos de colecciones, y no atañe solamente única y exclusivamente al grupo de las cerámicas sigillatas. La mentalidad coleccionista que caracterizó las generaciones del siglo XIX y principios del XX, potenció precisamente esa búsqueda y recopilación de aquellos objetos considerados como “nobles” (fundamentalmente esculturas, epigrafía, metales,…etc.). Solo bajo este precepto, podemos llegar a entender ese proceso de selección, por el que muchas de estas piezas tachadas de “simples” o “no exponibles”, eran desdeñadas. Como consecuencia, buena parte de estas colecciones procedentes de las ruinas de la antigua Augusta Emérita, se componen de piezas decoradas, sellos y aquellos recipientes más completos. Debemos considerar aquellos otros fragmentos, por no hablar de vertederos y testares completos, de los que únicamente se tomarían aquellas muestras más vistosas, y que verdaderamente pudieran representar el grado artístico de esta presencia romana en Mérida. A esta mentalidad de anticuario, debemos añadir la falta de interés por las mal llamadas “artes menores”, entre las que se cuentan estas cerámicas sigillatas. Resulta evidente además que en esta época, el desconocimiento por la naturaleza, o la propia diversidad de estas cerámicas es un fenómeno generalizado. Así, historiadores e investigadores, desvían su atención hacia otros apartados, y es bastante usual la denominación de “cerámicas finas” o “barros saguntinos”, que durante muchos años será empleada para englobar, sin distinción alguna, el conjunto de cerámicas sigillatas.

En lo concerniente a los diversos hallazgos cerámicos acaecidos en la Colonia Augusta Emérita, contamos ya con las primeras noticias de Vicente Barrantes. Por inexacta o rancia que pudiera parecernos hoy la crónica de aquellos descubrimientos, no cabe duda de la trascendencia que supone para nosotros la información derivada de los mismos. A las incipientes colecciones del Museo de Mérida, representada por José Ramón Mélida en su obra “Catálogo Monumental de España. Provincia de Badajoz”, hay que sumar las continuas intervenciones llevadas a cabo en el solar emeritense. Buena parte de estos informes incluyen ya las primeras relaciones de materiales, entre los que se cuentan algunas cerámicas. De otra parte, la ímproba y siempre valiosa documentación aportada por D. José  Álvarez y Sáenz de Buruaga, director del Museo de Mérida entre 1945 y 1985, dada a conocer en las Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales, sigue siendo uno de los más valiosos referentes en el rastreo de todos aquellos datos relativos al hallazgo y posterior ingreso de muchos de estos materiales.

En lo relativo a las producciones de Terra Sigillata Hispánica, consideramos la labor de Mª Ángeles Mezquiriz, como el más importante precedente y punto de partida de futuros trabajos en el estudio de las cerámicas sigillatas peninsulares. Es de destacar en esta monografía, el establecimiento de una primera clasificación tipológica básica y ajustada, pero sobre todo, es fundamental la recopilación llevada a cabo por la geografía española, en la que por primera vez se recogen los fondos del museo emeritense. Años más tarde, se dio a conocer un vaso de Terra Sigillata Hispánica, de  procedencia emeritense, con unas proporciones verdaderamente excepcionales. El recipiente en cuestión fue hallado en el trascurso de las excavaciones arqueológicas de la Casa del Mitreo, y en su estudio se pone de relieve la calidad de su rica decoración, sus aspectos técnicos y cronológicos.

Pero será ya en la década de los 70 cuando parece surgir la necesidad de dar a conocer los vestigios de un conjunto arqueológico de la dimensión de Augusta Emérita. Pero hay que tener en cuenta que pese a todas las imprecisiones e inexactitudes del momento, es una fase trascendental y prolífica en el conocimiento de una parte importante de dicho conjunto. A estos años se corresponde la interesante primicia sobre un nuevo tipo de cerámicas autóctonas, contenidas en la clasificación de las denominadas “Paredes finas” de F. Mayet, que encontrará en los fondos del museo emeritense razones más que obvias para el desarrollo de numerosos trabajos. Estas paredes finas emeritenses son parte de ese importante entramado económico desarrollado por el artesano de la ciudad a partir del siglo I a.C. Pero al repertorio inicial propuesto por Mayer hay que añadirle nuevas aportaciones tras el hallazgo de dos importantes vertederos, uno situado en la calle Constantino, y otro en la calle Atarazanas, junto con otra serie de formas novedosas. A esta confirmación en la autoría de Mérida como centro productor de cerámicas de paredes finas, se suman además otra serie de artículos cerámicos, salidos de estos mismos talleres: lucernas, terracotas o cerámicas comunes.

Entre estos talleres o centros especializados en la elaboración de lucernas, destacamos uno, que bajo las siglas GES y GEP, llevará a cabo una de las producciones de mayor repercusión, y también mejor documentadas en Mérida. Entre el elenco de motivos decorativos, destacamos por su excepcional calidad, su serie dedicada a diversas deidades, entre las que cobran especial relevancia las representaciones de Victoria. Aunque de momento no contemos con pruebas lo suficientemente sólidas, en cuanto a la autoría en la elaboración de las figurillas de terracota, imaginamos que debe ser una especie de producto alternativo, salidos de estas mismas alfarerías. Dentro del extenso conjunto de representaciones plásticas, parece evidente el gusto por los bustos femeninos de peinados más o menos exuberantes y rasgos idealizados y repetitivos. Otros productos tan cotidianos son los destinados a la cocina: contenedores, ollas, jarras, platos,…etc., y que cuentan con una amplia representación. Entre esta gran variedad, y dependiendo de su tipología, podemos determinar, en muchas ocasiones, su propia funcionalidad, las técnicas o aspectos de esa fabricación.

Volviendo a la fructífera estancia de Mayet en Mérida, debemos destacar uno de sus más controvertidos y polémicos trabajos acerca del supuesto origen emeritense de los alfareros Lapillius y Valerius Paternus, pero ya pasados unos años tras la publicación de este trabajo, se debe considerar como razonables estos planteamientos: en principio se debe suponer que la abrumadora concentración de manufacturas firmadas por estos alfareros ya es lo suficientemente llamativa , y esta densidad presente en la cuenca media del Guadiana, permitió distinguir además otra serie decorada. Con la publicación de dos nuevos trabajos, Mayet parece contradecirse en sus primeras observaciones al retomar el papel económico de Mérida, retractándose en su teoría sobre la posible implicación de Mérida en la fabricación de Terra Sigillata Hispánica, y planteando ahora su función como centro de redistribución de productos hispanos.

Conocemos igualmente otra serie de aportaciones en lo se refiere a la Terra Sigillata Hispánica procedente de Mérida, a partir de los avances de M. Fernández Miranda, en los que se dan a conocer una serie de formas y marcas novedosas. De igual manera, hay que destacar otros trabajos dedicados a la variedad de Terra Sigillata Clara o africana, en los que se pone de manifiesto la diversidad de productos presentes en Mérida, y que se dan a conocer en la monografía de A. Vázquez de la Cueva. Sin embargo no debemos concluir este apartado sin mencionar el hallazgo del posible vertedero del antiguo Cuartel Hernán Cortés, con una importante concentración de Terra Sigillata Marmolata, hallazgo que viene a sumarse a este repertorio de las cerámicas romanas del solar emeritense.

 

Fuente| BELTRÁN LLORIS, M. Guía de la cerámica romana. Zaragoza, 1990; BARRANTES Y MORENO, V. Barros Emeritenses: estudio sobre los restos de cerámica romana que suelen hallarse en las ruinas de Mérida. Madrid, 1877.

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