Cuando Augusto puso los cimientos del Principado, otorgó una enorme importancia a un nuevo elemento en la religión romana, el culto imperial, que llegó a configurarse como una de las principales bases ideológicas de la soberanía del princeps; y como uno importantísimo instrumento público mediante el cual las élites de todos los rincones del Imperio podían manifestar la lealtad hacia el soberano (Nogales Basarrate, 2007: 449), incluyendo, por supuesto, Hispania (Étienne, 1955: 523).
En vida del príncipe, una serie de sacerdotes (flamines) y sacerdotisas (flaminicae) se encargaba de rendir culto en diversas instancias (provincial, conventual y municipal) al numen o al genius del príncipe, pero no al soberano mismo. Paralelamente, Augusto se asociaría en este culto a virtudes imperiales (Pietas, Concordia, Victoria…), y especialmente a dea Roma, pero no se hizo adorar como dios en vida, al ser consciente de que ello le podría conllevar problemas en Occidente (Étienne, 1955: 305-314, 326; Fishwick, 2014: 53).
A la muerte del emperador, el Senado decretaba su apoteosis, mediante la cual el soberano fallecido era proclamado divus (dios). Con el paso del tiempo, la familia del princeps (la Domus Augusta) gozaría también del privilegio de convertirse en dioses (divi) y diosas (divae), contando con un culto propio. No obstante, muchos emperadores que impusieron su culto como dioses en vida acabaron con un final trágico, como Calígula o Domiciano.
Emerita Augusta
En el 27 a.C., Cayo Julio César Octaviano (fig. 1), dueño total de Roma, fue proclamado Augusto por el Senado; con ello, la vieja Res Publica era sustituida por un nuevo régimen, el Principado. En relación a Hispania, el princeps modificó la división administrativa: la Tarraconense y la Lusitania pasaron a ser provincias imperiales, mientras que la Bética se configuró como una provincia senatorial. En el 25 a.C., el legado de Augusto, Publio Carisio (fig. 2), procedió a la fundación de una colonia para los veteranos de las legiones V Alaudae y X Gemina, que habían participado en las guerras astur-cántabras: nacía así Emerita Augusta, la capital de la Lusitania. La ciudad, como muchas otras colonias del Imperio, se configuró como una Roma en miniatura, con sus foros, teatro, anfiteatro, acueductos, puentes, etc., y fue en ese marco donde se desarrolló el culto imperial.
Fig. 1. Augusto capite velato. Fuente: iDAI.objectsarachne. y Fig. 2. Augusto. Æ As (8.86 g). Emitida en Emerita, 25-23 a.C. P. Carisius, legado. CAESAR AVG-TRIB POTEST, cabeza desnuda a la derecha / P CARISIVS/LEG/AVGVST. RIC I 15a var. Fuente: Roman Imperial Coins.
El Forum Coloniae
Emerita Augusta no contó con uno, sino con dos foros, uno dedicado a los asuntos de la colonia, y otro a la provincia, como es común en las otras dos capitales de provincia, Corduba y Tarraco. El foro, el centro de la ciudad romana y de su vida pública, tuvo un gran significado propagandístico a lo largo del Principado. Los foros se dotaron de copias provinciales que imitaban el Foro de Augusto en Roma (Noguera Celdrán, 2009: 69-70).
El Templo de Diana
El templo de Diana preside el foro colonial. No se trata de un edificio consagrado a la diosa de la caza (la equivalente a la griega Artemisa), sino que estuvo dedicado al culto al emperador (Trillmich, 2007: 423). Lo más probable es que el templo de Diana estuviese en un principio dedicado al culto de Roma y Augusto; dado que el príncipe se hacía adorar en vida asociado a la dea Roma o a alguna virtus imperial abstracta (Nogales Basarrate, 2007: 481; Saquete y Álvarez Martínez, 2007: 399). Se ha defendido también que el templo pudiera estar dedicado a una de estas divinidades abstractas, la Victoria Augusta (Saquete y Álvarez Martínez, 2007: 399).
No obstante, se han documentado piezas de un programa de época de Tiberio y Claudio que incluye estatuas que representan a miembros de la familia imperial, como Agripina la Menor (esposa de Claudio y madre de Nerón, fig. 3) (Saquete y Álvarez Martínez, 2007: 399).Otro elemento que permite vincular al templo con el culto imperial es la escultura de Júpiter o un emperador sedente (fig. 4).
Fig. 3. Busto de Julia Agripina “la Menor”. Fuente: CERES, Red Digital de Colecciones de Museos de España. Fig. 4. Torso masculino del Templo de Diana. Fuente: Nogales Basarrate, 2007: 480.
En relación con esta estatua de Júpiter, hemos de decir que en el foro se ha documentado un ara (fig. 5) con la inscripción DEO / IOVI (al dios Júpiter), dedicado por el praeses Aemilius Aemilianus. Éste, que es uno de los escasos epígrafes documentados en la zona emeritense, se ha datado en la época tetrárquica, es decir, durante el reinado de Diocleciano, emperador que marca el inicio de una nueva era en la Historia del Imperio Romano, el Dominado. Este soberano diseñó, para acabar con los efectos de la crisis del siglo III, un nuevo sistema que dividía el Imperio entre 4 soberanos, y en que acometió una serie de reformas, de las que nos interesa en este caso la importancia del culto a Júpiter y Hércules (Nogales Basarrate, 2007: 481-482).
Fig. 5. Dedicación al dios Júpiter. Fuente: Hispania Epigraphica. Fig. 6. Dedicación de la Respublica Emeritensium a Trajano Decio y a su hijo Herennio Etrusco. Fuente: Hispania Epigraphica.
El foro era, pues, un lugar privilegiado del mundo romano utilizado por los emperadores para afirmar su poder y legitimidad. En este sentido, en el foro colonial también se han documentado tres pedestales más relacionados con el gobernante: uno dedicado al Caesar Herennio Etrusco (hijo de Decio, conocido por su cruenta persecución hacia los cristianos, fig. 6), otro dedicado a Galieno, y otro de un emperador sin nombre, del siglo III o IV (Saquete y Álvaro Martínez, 2007: 400).
Adentrándonos en el siglo II, encontramos nuevos materiales arqueológicos vinculados al culto imperial (fig. 7). En la primera campaña de excavación en el foro colonial, apareció una pequeña estatuilla en bronce, interpretada como el Genius Senatus (fig. 7.a) que se dató en época antoniana (siglo II). En el solar de Morería, las excavaciones arqueológicas han permitido documentar en la domus 6, una estatuilla también en bronce, pero en este caso femenina (fig. 7. b-c). En este último ejemplar se ha señalado la posibilidad de que se trate de una figura real o un lar (antiguos dioses domésticos romanos), pero luego se pensó en que sería una Diana cazadora, fechada en el siglo II (Nogales Basarrate, 2007: 484).
Fig. 7. a) Genius Senatus, fotos: C. López; b) Estatuilla de Morería, fotos: C. López; c) Plano de Morería y detalle de la domus nº 6, marcando el lugar del hallazgo. Fuente: Nogales Basarrate, 2007: 483.
El Augusteum
Fig. 8. a) Recreación del forumcoloniae, según Golvin, Álvarez y Nogales; b) Plano del forumcoloniae de Trillmich con la propuesta de ubicación del altar; c) Grupo de Eneas, según Trillmich; d) Fragmento de estatua con coraza, quizás Rómulo; e) Thoracata Tienda de Córdoba, de Hispania Antiqua-foto: DAI. Fuente: Nogales Basarrate, 2007: 491.
En la actual calle Sagasta de Mérida se documentó en unas excavaciones arqueológicas de los años 80 un segundo recinto del foro de la colonia (llamado a veces foro de mármol, forum adiectum o un Augusteum) (Saquete y Álvarez Martínez, 2007: 402; Blázquez Martínez 1991: 85), que se ha interpretado como un área de culto dinástico (fig. 8).
Lo más interesante de este recinto son los grupos de Eneas y Rómulo, que conectan con la leyenda fundacional de Roma desarrollada por Augusto y su círculo (Noguera Celdrán, 2009: 141-143; Saquete y Álvarez Martínez, 2007: 402). Según cuenta Virgilio en la Eneida, Eneas huyó de Troya cuando los aqueos tomaron la ciudad, tras 10 años de lucha. Junto a su padre Anquises y su hijo Ascanio, protagonizó un largo viaje que le llevó por África y finalmente al Lacio, donde sería el primero de una gran estirpe, la gens Iulia, a la que pertenecía Augusto por adopción[1]; éste se había titulado Divi filius, constituyéndose como hijo del divus Iulius, Julio César (Nogales Basarrate, 2007: 492). Eneas, recordemos, era hijo de Anquises y la diosa Venus, la diosa personal de César. Ésta estaba casada con el dios Marte, y no es de extrañar que esta pareja de dioses fuesen unos de los dioses patronos de la familia imperial. Mars Ultor era, además, un dios vinculado a Augusto, quien le dedicó un templo en su foro en venganza por el asesinato de César.
[1] En las monedas de la época cesariana, por ejemplo, aparecen tanto Venus como Eneas con su padre Anquises huyendo de Troya y portando el Paladio, simbolizando de esta manera de pietas hacia los antepasados (Zanker, 1992: 57).
Fig. 9. Clípeo de Júpiter Ammón de Emerita Augusta. Fuente: iDAI.objectsarachne
En este lugar también se encontraban clípeos, donde se pueden ver los rostros de Júpiter Ammón (esto es, Júpiter con los cuernos del dios egipcio, tal como se representaba Alejandro Magno en numerosas representaciones numismáticas) y Medusa (fig. 9).
El Forum Provinciae
El pedestal de Tiberio
A la muerte y divinización de Augusto, Tiberio dio un gran impulso a las construcciones en Tarraco y Emerita; en este contexto se inscribiría la propaganda dinástica llevada a cabo en el foro provincial emeritense (Étienne, 1955: 405; Noguera Celdrán, 2009: 143). Mientras tanto, en el resto de Hispania, en el 15 d.C., los tarraconenses impulsaron la construcción de un templo que marcaba el inicio del culto imperial provincial en las Hispaniae (Mateos Cruz, 2007: 388).En el siglo XVIII se documentó una inscripción dedicada a Tiberio: TIB(erio) CAESARI / DIVI AVGVSTI F(ilio).
La Concordiae Augusti
Fig. 10. Dedicación a la Concordiae Augusti. Fuente: Hispania Epigraphica
El mencionado pedestal con la inscripción CONCORDIAE AVGVSTI (fig. 10) fue dedicado a una virtud imperial; recordemos que el príncipe se hacía adorar en vida asociado a la dea Roma o a alguna virtud imperial, de manera que este epígrafe sería una evidencia de que en el recinto el culto imperial estaba presente, al igual que en el foro colonial. Trillmich opina que sería anterior a la fecha tradicional que se ha propuesto (finales del siglo I-principios del siglo II). No obstante, está de acuerdo con la finalidad de la inscripción, y cree que se trata de un nuevo numen del emperador asociado a su persona, en relación con la paz traída a Hispania durante su gobierno (de hecho, se ha documentado en Olisipo, Lisboa, otro epígrafe de la Concordia) (Nogales Basarrate, 2007: 502-505).
Las estatuillas del Calvario
En el Calvario se han localizado también tres imágenes de bronce (fig. 11), que se interpretan como una representación de un emperador, una emperatriz y el Genius del príncipe o un oficiante ceremonial. Fishwick señala que serían estatuas menores de tipo procesional, que formaban parte del conjunto de imágenes del culto imperial, pero las interpreta con un flamen y una flaminica (Noguera Celdrán, 2007: 146). Por su indumentaria y peinado, parece que las figurillas son de época Julio-Claudia, lo que conectaría con el impulso dado al culto imperial en Emerita por los primeros príncipes. Es muy probable que el personaje masculino represente a Augusto por su rostro. El peinado de la figurilla femenina que viste chiton e himation recuerda a Livia. El hombre que viste con toga, podría ser Tiberio o Claudio. En conclusión, podría tratarse de un grupo dinástico situado en el foro provincial; de manera que tendríamos estas dos interpretaciones con dos posibles dataciones: Augusto (o su genio), Livia y Tiberio; o bien, Augusto, Livia divinizada y Claudio (Nogales Basarrate, 2007: 510-513).
Fig. 12. a, b y c) Estatuillas en bronce del área del Calvario, fotos: C. López; e) Detalle del Ara de los Vicomagistri del Vaticano, según Hölscher. Fuente: Nogales Basarrate, 2007: 511.
Conclusiones
Gobernar un Imperio tan extenso como el romano, que se extendía desde la recién conquistada zona norte de Hispania hasta el Danubio, desde el Rin hasta Egipto, fue una tarea que asumió decididamente Augusto, quien encontró en el culto imperial un pilar básico con el que asegurar la lealtad teórica de millones de habitantes del Imperio hacia su persona; él, aclamado como princeps e imperator, protegido por Apolo y vencedor de las guerras civiles, vino a traer, según su propaganda y las fuentes conservadas, la deseada Pax Augusta, una paz duradera que pondría inicio a una nueva era en el mundo. En este trabajo, hemos tratado un alejado pero importante núcleo urbano del Imperio, Emerita Augusta, para intentar comprender el alcance que tuvo el culto imperial en la vida pública de la colonia, a partir de modelos metropolitanos.
Como hemos hablado, Emerita Augusta fue una colonia fundada ex novo para esos veteranos que habían participado en las campañas dirigidas primero por Augusto y después por Agripa para acabar con las últimas zonas de resistencia en Hispania, poniendo fin a un proceso de conquista que duró 200 años, iniciada por Roma en un principio para expulsar a los cartagineses de una zona de vital importancia económica en cuanto a minerales, como es la Península Ibérica. En este sentido, la nueva paz favorecida por los dioses a ojos de la propaganda de Augusto hizo gran hincapié en el fin definitivo de las luchas en Hispania, como lo vemos, por ejemplo, en la construcción del AraPacis, que celebraba la nueva época que había instaurado el princeps.
Gracias a todos los datos aportados por decenas de investigadores, conocemos relativamente bien el programa imperial de Emerita Augusta, destinado a expandir el culto al soberano por zonas tan remotas como es la Lusitania. Aun así, quedan en el aire todavía algunas cuestiones.
Bibliografía
Étienne, R.: Le culte impérial dans la Péninsule Ibérique: d’Auguste a Dioclétien. París: E. de Boccard, 1955.
Fishwick, D.: The imperial cult in the Latin West: studies in the ruler cult of the western provinces of the roman Empire. Leiden: Brill, 1993.
Zanker, P.: Augusto y el poder de las imágenes; versión española de Pablo Diener Ojeda. Madrid: Alianza, 1992.
Blázquez Martínez, J.M.: El templo de Diana. En Cuadernos de Arquitectura Romana, vol. 1. 1991, págs. 83-93.
Nogales, T., y González, J.: Culto imperial: política y poder. Roma: L’Erma di Bretschneider, 2007.
Mateos Cruz, P.: El conjunto provincial de culto imperial de Augusta Emerita.
Nogales Basarrate, T.: Culto imperial en Augusta Emerita: imágenes y programas urbanos.
Saquete, J. C. y Álvarez Martínez, J. M.: Culto imperial en Augusta Emerita: complejos monumentales y documentos epigráficos.
Trillmich, W.: Espacios públicos de culto imperial en Augusta Emerita: entre hipótesis y dudas.
Noguera Celdrán, J. M.: ForaHispaniae. Paisaje urbano, arquitectura, programas decorativos y culto imperial en los foros de las ciudades hispanorromanas. Murcia: Museo Arqueológico de Murcia, 2009.
VV.AA.: Augusto y el Imperio Romano. StudiaHistorica. Historia Antigua. Vol. 32, 2014 (disponible en el siguiente enlace):
Fishwick, D. Augusto y el culto al emperador, págs. 47-60. Disponible en el siguiente enlace.
Autor| Sergio Terrón Berrocal, Universidad de Salamanca.