Cuando empecé a escribir la novela La premonición de Safeyce, tenía muy claro que en ella quería reflejar a todas las personas de la sociedad del Bronce. Y me costó más de lo que imaginé encontrar el espacio perfecto para los niños, pues con toda seguridad en nada debían parecerse aquellos años de la infancia con la que disfrutan los niños de nuestra sociedad occidental y desarrollada. Os tengo que hacer una pregunta: ¿creéis que los niños prehistóricos tenían juegos infantiles? Hay algún investigador que afirma que la vida era tan dura, que poco tiempo tenían para jugar y que en una época en la que la alimentación no estaba ni mucho menos asegurada cada día no se podría permitir la pérdida de una mano que ayudara en casa, por muy pequeña que fuera la mano de los niños. Sin embargo, soy de las que opinan que un niño siempre será un niño (aquí, allí, en el presente, en el pasado o en el futuro), y que ellos siempre encontrarán un motivo o una excusa para jugar. No tenemos más que retroceder unas cuantas décadas hasta la Segunda Guerra Mundial, donde, en condiciones terribles, los niños confinados en campos de concentración encontraban su espacio para el juego, a pesar del horror que los envolvía. Pero veamos ahora a qué podían jugar los niños en la Prehistoria.
Hay juegos que son universales y que se pierden en el origen de los tiempos (correr, saltar, pillar, esconderse…). En este sentido es curiosa una escultura griega del siglo V a.C. que representa a una niña jugando a las tabas.
Imagen de niña Jugando a las Tabas (Estatua del Siglo V a.C. cuyo autor es Policleto)
Además hay múltiples referencias a juegos con dados, con canicas, con fichas, pero es posible que estos juegos se dieran más entre los adultos que entre los niños. Sin embargo, hay uno que me ha fascinado, por su origen, por su significado, por lo imbricado que está en la esencia humana. Me estoy refiriendo a la rayuela (también conocida como el tejo, el infernáculo, la peregrina, la corcogita, el pitachí, el sambori, el luche, el caracol, el roche, la pieza, ect.), que supone un enigma etnológico y a la que se le atribuyen significados míticos, mágicos, religiosos…
Imagen: Juego de la Rayuela
Parece ser que el origen de la rayuela se remonta a tiempos prehistóricos paleolíticos, cuando los chamanes debían proteger a sus pueblos. Pues bien, parece que los saltos a la pata coja por las cuadrículas de la rayuela simbolizan al chamán que salta de mundo en mundo. El tejo o piedra que se lanza y se mueve por las cuadrículas simboliza el alma que debe pasar por diferentes espacios hasta alcanzar el cielo y el jugador asume el papel del chamán. En realidad el juego representaría el avance del alma desde la tierra al cielo a través de varios estadios intermedios. Cuando el ritual mágico perdió su sacralidad, se convirtió en una actividad lúdica, primero de adultos y después de niños (en algunos lugares solo de niñas). Lo más curioso de este juego es que parece universal (Europa, América, África, Australia, Nueva Zelanda, India, Filipinas, Hawai, Borneo…). La rayuela más antigua se encuentra en el foro romano (interpretación de Alice Bertha de Gomme). En la Grecia clásica se le llamaba “ascolias” y en Roma “el juego de los odres”.
Solo he dado unos pocos datos sobre el origen de este juego. Os recomiendo la lectura completa de un estudio clásico de Eduardo Menéndez: “Aproximaciones al estudio de un juego: la rayuela. Análisis etnológico”.
Fuente|María Rosario Mondéjar, colaboradora de Arqueogestión: Arqueología y Gestión Turística y Autora de la Novela histórica La premonición de Safeyce