En el anterior artículo publicado en este blog sobre los diferentes elementos de carácter etnográfico que siembran los campos de Extremadura le dimos especial hincapié a la figura del chozo como una edificación de planta circular o redondeada, paredes de piedra levantadas de acuerdo con la técnica de “piedra seca”, de poca altura y escasos vanos, cerradas en unos casos por una falsa cúpula y en otros por una cubierta vegetal o con una techumbre de tejas. No obstante, no todos son iguales, sino que existen distintos tipos, y sabemos que además de los construidos en piedra, también han existido chozos construidos enteramente de materias vegetales y podían ser fijos o móviles, pero debido a los materiales perecederos de que están hechos su prolongación en el tiempo es corta, y por supuesto no se han conservado, pero en algunas localidades se continúan fabricando para determinadas fiestas y eventos culturales.
Hecha esta pequeña introducción, aún nos preguntamos ¿Cuál es su origen? Pues veréis, según J.L. Martín Galindo, en su artículo “Los chozos extremeños: referente histórico y recurso socio-cultural para el futuro”, cuando Vitrubio[1] escribió su tratado de Arquitectura allá por el s. I a.C. aventurando el origen de las viviendas de los pueblos que habitaban la península Ibérica, se encontraba lejos de imaginar que dos o tres mil años antes ya existía un módulo de estas construcciones perfectamente consolidado y que perduraría, sin apenas variaciones, hasta dos mil años después…
Las construcciones de planta circular, paredes de piedra en seco y cerradas por falsa cúpula o con cubierta vegetal, tuvieron sus orígenes en los albores de la Humanidad. El hombre primitivo de las cavernas adquirió el hábito de instalar el fuego en un punto fijo de la entrada y descubrió que se conservaba mejor disponiendo piedras a su alrededor, colocando piedras planas unas sobre otras hasta formar una pequeña pared. Y posiblemente es en los primitivos pobladores de las cavernas donde habría que encontrar el origen de la técnica de la piedra seca.
En este sentido, el profesor de arquitectura de la Universidad de Liubliana (Eslovenia), refiriéndose a los orígenes de las actuales construcciones rurales de piedra seca, plantea que los comienzos se remontan a algunos miles de años atrás en la prehistoria, de donde conocemos los megalitos que son grandes piedras colocadas en forma individual o en hileras, en forma de muro o formando un abrigo[2].
Los primeros recolectores y cazadores se establecían temporalmente en territorios ricos en frutos y caza donde no siempre existían cuevas, cavernas o quebradas en las que se pudiese acomodar una morada. Por ello se vieron en la necesidad de construir cobijos; y, quizá uno de los primeros fue de planta circular y paredes de piedra seca cubierto con ramas o mediante otro sistema de cubrición: disponiendo la superposición de piedras de modo que a partir de una altura el espacio fuese cada vez más estrecho, formándose así sobre la estructura basamental una bóveda que es el tipo de cubierta de los actuales chozos, denominada “falsa cúpula”. De hecho, la arqueología informa de que la falsa cúpula ya existía en la cubrición de espacios circulares y poligonales en el V Milenio a.C. tanto en el área oriental (Mesopotamia[3]) como en el área occidental donde la falsa cúpula aparece unida a un importante fenómeno cultural: el Megalitismo, que se manifiesta fundamentalmente en la construcción de grandes sepulturas colectivas[4].
Por su parte, no hay que olvidar que también en algunas islas del Mediterráneo florecieron culturas que construyeron monumentos megalíticos, en los que a veces se usaron falsas cúpulas para su cubrición. Así en Mallorca y Menorca, a mediados del II Milenio a.C., apareció una cultura del Bronce que levantó extensos poblados amurallados con torres defensivas de planta circular, conocidas como “talayotes”. Igualmente las “nuragas” o “nuraghes” de la isla de Cerdeña que datan aproximadamente del I Milenio a.C., son auténticos monumentos en piedra seca.
Y en cuanto a su forma y el porqué las primeras edificaciones construidas por el hombre en todas las partes del globo hayan sido fundamentalmente circulares o redondeadas, se han formulado diversas hipótesis, no lo sabemos con seguridad; podemos pensar por ejemplo que la construcción circular recuerda a la caverna y que ésta haya sido el modelo inspirador, o que tal vez ese motivo sea práctico (hipótesis más aceptada) y que el modelo circular se debe a que esta forma permite la utilización del mayor espacio posible con la menor cantidad de material en la construcción.
Y en Extremadura ¿Cuál es el antecedente del Chozo “extremeño”? Parece ser que el origen de los chozos en Extremadura son las cabañas de la Edad del Bronce y cuyo precedente había que buscarlos en las primeras culturas del noroeste peninsular. No obstante, argumentaremos este hecho, pues excavaciones arqueológicas en diversas partes de Extremadura y la Península han venido a demostrar, por un lado la verdad del aserto Vitrubiano (siglo I d.C.) de que en la Lusitania existían modelos de viviendas similares a los actuales chozos, y por otro lado que en Extremadura, hacia finales del III milenio a.C. se había introducido un tipo de construcción a la que puede considerarse como la verdadera precursora de la vivienda agro-pastoril en su acepción constructiva más clásica: el chozo.
Dichas excavaciones ponen de manifiesto que en una secuencia temporal desde el 3000 al 1500 a. C. (desde el Neolítico a la etapa al final de la Edad del Cobre), aparecen poblados, fortificaciones y todo tipo de estructuras que aportan una valiosa información acerca de la arquitectura doméstica y la organización interna de una vivienda de la Edad del Cobre, y que constituyen de momento la primera aproximación verídica a un modelo de vivienda, que es el paradigma de la solución habitacional en los ambientes agro-pastoriles de Extremadura.
Por su parte, Las plantas conocidas de las construcciones domésticas de los poblados en la Edad del Bronce responden a una tipología bastante común a las que hay establecidas para la Península y que se resumen en dos estructuras concretas[5]: las de aspecto más consistente, construidas con zócalos de mampostería trabada con barro, a las cuales habría que otorgarles el rango de casas de piedra en función de esa estructura más desarrollada, y las que se levantan con elementos pobres, rollizos de madera o de materias vegetales perecederas, a las que habría que denominar sencillamente como cabañas[6].
No obstante, el origen y permanencia en el tiempo de estas edificaciones, que se hayan continuado construyendo desde épocas prerromanas hasta nuestros días con los mismos materiales y con la misma técnica que emplearon hace miles de años, plantea problemas teóricos de difícil resolución puesto que algunos investigadores plantean que el modelo de vivienda circular comienza a decaer en Extremadura durante la Edad del Hierro y comienza a imponerse, sobre todo en la etapa castreña, la vivienda de planta cuadrada o rectangular, rechazando que el origen de la estructura de los chozos actuales se pueda encontrar en el mundo céltico hispánico; en este sentido, J.L. Martín Galindo rechaza dicha hipótesis y basa su pensamiento de que el origen de la estructura de los chozos actuales se pueda encontrar en el mundo céltico hispánico en que los chozos de piedra de la vertiente atlántica peninsular, entre ellos los de Extremadura, son coincidentes con el modelo circular de la región galaica-portuguesa y, por tanto, sí podrían ser una continuidad de las habitaciones de los castros celtas; hecho que ha sido constatado por la arqueología ya que las habitaciones de los castros celtas del noroeste peninsular se corresponden con los dos tipos que predominan en nuestra tierra: los chozos catalogados como de tipo 2; es decir los construidos con paredes de piedra y cerrados con cubierta vegetal, y los catalogados como tipo 3 que son aquellos que están construidos íntegramente de piedra.
Finalmente como conclusión decir que fuere como fuere, el chozo constituye un referente histórico e identitario del pueblo extremeño ya que forma parte del paisaje rural de las tierras extremeñas, y lo encontramos diseminados en distintos tipos de terreno (sierra, llano, dehesa,…) y en todas las comarcas de Extremadura con diferentes nombres y pequeñas variantes arquitectónicas; siendo por ello, sin lugar a dudas, la construcción rural tradicional más emblemática y representativa de Extremadura.
Fuente| J.L. Martín Galindo, “Los chozos extremeños: referente histórico y recurso socio-cultural para el futuro”.
BIBLIOGRAFÍA
[1] VITRUBIO. La vivienda en Lusitania”, De Arquitectura, Lib. II; Cap. 1
[2] BORUT JUVANEC: Kamen na kamen. Universidad de Liubliana, 2005.
[3] WERNER MÜLLER y GUNTHER VOGEL: Atlas de Arquitectura/1. Alianza Editorial, 1984.
[4] RENFREW. C.: El megalitismo en la Península Ibérica. Ministerio de Cultura, Madrid 1984.
[5] MARTÍN SOCAS, D. y CAMALICH MASIEU, Mª. D.: La arquitectura doméstica del eneolítico en la zona meridional de la Península Ibérica. Homenaje al Profesor Martín Almagro Basch, I. Madrid, 1983.
[6] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “Orígenes de la vivienda pastoril en Extremadura, la cabaña De la Edad del Cobre en el yacimiento de Cabrerizas (La Cumbre, Cáceres)”. Revista Piedras con raíces, núm. 13, Primavera-2006.