Una breve visión de la arquitectura rural de Extremadura

A lo largo de nuestras múltiples salidas al campo, de muy diversa índole, encontramos elementos dispersos por el paisaje extremeño, muy desconocidos para el común de las personas y que suelen verse como “viejas construcciones en mitad del campo”; pero no es así ya que éstas forman también parte de nuestro patrimonio, el Patrimonio Etnográfico o tradicional, que sin duda alguna ha creado correlatos paisajísticos de evidente valor cultural a través de la singularidad que reflejan sus ricas tipologías constructivas y que con sus características ha supuesto para unas formas de vida tradicionales de unas gentes en contacto directo con la naturaleza, constituyéndose de esta manera, junto a otros elementos, un icono fundamental de la identidad extremeña.

Por lo tanto, como punto de partida definimos la arquitectura tradicional o vernácula como el modo en que unos materiales, generalmente extraídos del entorno natural, y técnicas constructivas, adquiridas bien por procesos evolutivos endógenos o por préstamos culturales, han servido para dar respuesta a las necesidades físicas y sociales de un colectivo, generando modelos arquitectónicos (técnicas constructivas, diseños espaciales y resultados estéticos), con unos logros originales en razón de la experiencia histórico-cultural y adaptaciones ecológicas propias de cada territorio.

Y ello es así porque desde tiempos remotos el hombre ha tenido la necesidad de utilizar los recursos que le proporcionaba la tierra, de ordenarlos con un fin en concreto, de manera que se garantizara la subsistencia de las familias; y en el ámbito rural tradicional las posibilidades de desarrollo siempre han pasado por un mejor aprovechamiento estos recursos existentes en el entorno cercano; y en este terreno juegan un papel muy importante las diferentes rocas existentes. De este modo, encontramos elementos etnográficos construidos con aquel material que prima en el entorno que se halla (pizarras, cuarcitas,…etc.).

Especial mención merece sin duda la técnica de la “piedra seca”, mediante la cual están hechos la mayoría de estos elementos, o por lo menos aquellos que hemos visitado; una definición de esta técnica es el resultado de colocar una piedra sobre otra a modo de hileras, disponiendo la piedra de forma trabada permitiendo avanzar en la verticalidad. En otros casos, la colocación en horizontal de pequeñas piedras junto a otras también permite construir espacios empedrados, como el caso de las eras o los senderos.

Por su parte, estos elementos son el reflejo de una realidad histórica en el siglo XX, y es que Extremadura, entra en esta centuria siendo una comunidad eminentemente agrícola, ganadera y artesanal; una realidad que venía ya de siglos anteriores. Es por tanto, una sociedad rural y ganadera, en la cual una parte de esas gentes vivía de la agricultura o de la ganadería, o de ambas, o tal vez de la artesanía manufacturera. La Mesta todavía a principios del siglo XX tenía cierto poder y la trashumancia del ganado seguía siendo una actividad importante; además del aumento de los latifundios.

Jornaleros (Agricultores y Ganaderos) a finales del siglo XIX principios del XX

Esta realidad descrita a grandes rasgos cambia a partir de la segunda mitad de esta centuria, y concretamente a partir de los años 60; años que marcan un límite generado por varios factores como el abandono de los sistemas de producción/transformación agropecuarios vigentes hasta ese momento, la modificación sustancial de las técnicas constructivas gracias a unas mejores vías de comunicación, el abaratamiento de los materiales industriales, la paulatina desaparición de los alarifes (constructores tradicionales) y la vertiginosa sustitución de la arquitectura tradicional o vernácula por la arquitectura institucionalizada. Todo ello unido a la sangría migratoria que tendría consecuencias inmediatas en la propia configuración territorial, en el abandono de las tierras labradas y de las propias viviendas.

En suma va a tener una repercusión inmediata en la arquitectura tradicional, en definitiva se abandona el campo, y con ello todas las estructuras o elementos que hoy siembran en ruinas el paisaje de Extremadura. Entre estos nos encontramos con tradicionales chozos de pastores, “chiveros”, zonas de aguardo para el ganado, e incluso fuentes; no obstante, aunque también haremos mención de ello, en el presente trabajo haremos especial hincapié en la figura del chozo, elemento vital para la vida pastoril, entendiendo a éstos como construcciones de un alto sentido utilitario; edificios sinceros, exentos de ornamentación, que nos muestran sin pudor su sistema constructivo y donde los materiales utilizados marcan el carácter y definen la forma.

El modelo constructivo del chozo reúne una serie de características que lo han hecho idóneo en el mundo rural: una sorprendente autonomía de ejecución capaz de dar respuesta (y con bajo coste) a las necesidades de proporcionar una habitación temporal o permanente. Y como las tierras y gentes extremeñas, se han desenvuelto en un universo eminentemente rural, el chozo fue utilizado de forma generalizada como habitación permanente o temporal, como albergue o refugio, como almacén o establo.

Ejemplos de Chozos

Por su parte, la tipología de los chozos extremeños responde en su generalidad al siguiente esquema constructivo: edificación de planta circular o redondeada, paredes de piedra levantadas de acuerdo con la técnica de “piedra seca”, de poca altura y escasos vanos, cerradas en unos casos por una falsa cúpula y en otros por una cubierta vegetal o con una techumbre de tejas. No obstante, también ha existido otro tipo de chozos, los hechos enteramente de materias vegetales y podían ser fijos o móviles, pero debido a los materiales perecederos de que están hechos su prolongación en el tiempo es corta, aunque en algunas localidades se continúan fabricando para determinadas fiestas y eventos culturales.

Finalmente, en cuanto a los chozos se refiere decir que la habitación de un chozo destinado a vivienda, ya fuera de uso permanente o temporal, desde el punto de vista doméstico era ocupada en la mayoría de los casos de acuerdo con la siguiente distribución: siempre que no dispusiera de chimenea, el centro estaba el hogar, donde se hacía fuego para cocinar o para caldear la habitación, aunque cuando hacía buen tiempo generalmente se cocinaba fuera de chozo. El espacio situado a la izquierda de la puerta de entrada normalmente era el lugar destinado para la colocación de los camastros, que consistían en un lecho de helechos con mantas y pieles curtidas encima o jergones de hojas secas de mazorcas de panizo. Esta parte, que ocupa casi la mitad de la habitación, normalmente se encuentra a un nivel más alto que el resto de la planta, debido a que el piso está levantado mediante un empedrado o enlosado de granito.

Interior de un chozo reconstruido donde se observan la mayoría de los elementos interiores del mismo descritos en el artículo

En la pared interior suele haber alacenas empotradas, y generalmente de un solo anaquel, que servían para la colocación de alimentos y cacharros. También solía haber rústicas poyatas de madera colgadas en la pared, así como estacas hincadas también en la pared que, a modo de perchas, servían para colgar embutidos, ropa y otros enseres. Por su parte, algunos chozos disponen en su interior de bancos construidos con mampuestos graníticos y adosados a la pared; y en su mayoría  de los chozos presentan uno o dos pequeños vanos abiertos en la pared a modo de ventanas, que además de ofrecer mayor ventilación e iluminación a la habitación, en el caso de las majadas servían para vigilar desde el interior al ganado encerrado en los corrales anexos.

En cuanto a las majadas concretamente se refiere, si nos atenemos a su definición tenemos que esta es un lugar donde se recogen el ganado y los pastores por la noche, suele estar formada por varios corrales cerca del chozo, y en ocasiones también podemos hallar chiveros; es decir, recintos circulares de 1,20 a 1,50 m de diámetro con la entrada muy baja y adintelada, cerradas en su parte superior mediante aproximación de hiladas o mediante elementos vegetales. Estos “chozos en miniatura” estaban destinados a alojar a los chivos por la noche para que no mamaran de la madre y poder ordeñar a esta por la mañana. Estos elementos también pudieran ser utilizados como parideras o ahijaderas. Aunque estas suelen tener asociado un corral adosado.

Ejemplo de Majada: Conjunto de pequeños chiveros y un corral anexo

En ocasiones, en Extremadura estos chiveros aparecen no cerca de chozos, aunque no se alejan mucho de los mismos, en lugares muy resguardados. Por su parte, también muy relacionados con ello son las zahúrdas, es decir, cochiqueras, estructuras destinadas a la cría de ganado. Por otro lado, muy en la línea de la vida pastoril, también hallamos en Extremadura estructuras que servían como refugio de que servía principalmente como refugio de pastores, pero en algunas ocasiones eran también utilizadas para guardar ganado recién nacido en los alrededores de la misma; estás estructuras reciben el nombre de “Torrucas”, “Turrucos” o “Turruños” según la parte de Extremadura en la que nos hallemos.

Ejemplo de pequeño chivero

 Ejemplo de Zahurda

Ejemplo de Torrucas, Torrucos o «Turruños» 

Por otro lado, además de la actividad ganadera, pastoril o trashumante en la Extremadura de inicios del Siglo XX también existía la actividad agrícola, y muy relacionado con ello estaba la Era, la cual se hallaba en las afueras de las poblaciones, y en tierras escarpadas el terreno se sujetaba con muros, a modo de bancales. Pero también hallamos los paisajes sembrados de antiguas casas de labor hechas al igual que el resto de elementos etnográficos del material que prime en el terreno. Por su parte, muy relacionado tanto con la actividad agrícola como la ganadera hallamos la presencia tanto de antiguos pozos con los brocales empedrados, y en ocasiones asociados a ello hallamos pilas de piedra para el abrevadero del ganado, como de fuentes que suelen estar asociadas a manantiales naturales, y que también hallamos construidas con materiales de la zona (ejemplo: lajas de pizarra).

Ejemplo de Muro de la «Era»

Ejemplo de Pozos (el circular asociado al pilón) 

Ejemplo de Fuente Manantial construida con lajas de Pizarra

En lo que se refiere a la actividad artesanal también hallamos ejemplos dispersos en los campos de Extremadura, pero éstos situados a orillas de ríos o arroyos con una potencia de agua constante, son los llamados molinos, y en particular destacar los llamados “molinos de sangre” llamado de esta forma por su tracción animal, y que se hallan asociados a una vivienda “la casa del molinero”. Finalmente, para terminar este breve recorrido por la etnografía tradicional de Extremadura decir que existen otros elementos en los campos que también están relacionados de una forma u otra con esa sociedad tradicional de principios del siglo XX y que hemos documentado en ocasiones, y son los colmenares, estructuras normalmente circulares u ovaladas con una entrada adintelada destinada a la producción de miel, y que situamos en lugares alejados.

Antiguo Molino «de sangre»

Ejemplo de Molino

Ejemplo de Colmenar

Como conclusión, de acuerdo a todo lo descrito anteriormente en el presente trabajo, decir que la arquitectura tradicional no ha sido estudiada y valorada como tal, ni reconocida ni protegida en forma alguna, y por ende sólo cuando el patrimonio amplía sus bases teóricas y conceptuales es cuando se subraya la importancia de esa arquitectura para conocer y reconocer los valores culturales que han formado parte de nuestro pasado y con los que convivimos en el presente siendo ésta testimonio, primero de un determinado proceso histórico, segundo, de la adaptación a un determinado ecosistema y tercero un documento de la adecuación de los modelos de organización social y sistemas tecno-económicos de cada territorio y momentos históricos concretos.

No obstante, nuestra misión como arqueólogos respecto a esta arquitectura tradicional es, a través de nuestro trabajo de documentación y posteriores estudios de los mismos en el marco de nuestras intervenciones, conseguir en primera instancia que el valor de estas construcciones no dependa tanto de su mayor o menor calidad arquitectónica como de los valores que manifiestan (a veces de total precariedad y en estados lamentables de conservación), y con ello lograr preservar la memoria de unos inmuebles, con frecuencia relacionados con el mundo de lo cotidiano, como testimonios de unos determinados modos de vida.

Bibliografía

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MARTÍN GALINDO, J.L. Los Chozos extremeños: referente histórico y recurso socio-cultural para el futuro. Asociación para la Arquitectura Rural Tradicional de Extremadura, pp. 839-890.

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