El Culto a Ataecina o «Ataegina» en la Hispania romana. Una reseña Arqueológica

En lo que se refiere al culto a la diosa Ataecina, ésta era una diosa madre de la muerte y de la regeneración, del renacimiento o de la vuelta a la vida, diosa telúrica relacionada con el mundo subterráneo o infernal, cuyos poderes curativos y para la fertilidad pueden manifestarse a través de las aguas subterráneas de determinadas fuentes o manantiales de origen profundo. En definitiva, una deidad o ninfa protectora de las aguas mineromedicinales, dispensadoras de la salud y de la fecundidad humana.

En Extremadura el culto a Ataecina es una de las divinidades indígenas que más ha llamado la atención de los investigadores tras el descubrimiento de más de 15 inscripciones relativas a la diosa y que fueron reutilizadas en la Basílica de Santa María del Trampal en Alcuescar (Cáceres). No obstante, en nuestras rutas también hemos encontrado vestigios de ello en el complejo arqueológico de la Zafrilla en cuya zona donde fueron hallados a finales del siglo XIX dos exvotos de bronce en forma de cabra, dedicados a la Dea Sancta Adaegina Turibrigensis (actualmente en el Museo Arqueológico Provincial de Cáceres) y datados en torno al siglo I o II d.C., y que bien pudieran proceder de este complejo arqueológico; pues sabemos que el culto a Ataecina estuvo en esta zona profundamente arraigado en época romana; y por lo tanto podríamos decir que este santuario mantuvo su vigencia al menos durante época altoimperial cuando esta divinidad prerromana aparece ya asimilada con la diosa romana Proserpina.

En este caso hay que tener dos conceptos claros, el primero es la referencia “Dea Sancta”, referencia que hallamos en otras inscripciones en las cuales el teónimo se omite; no obstante, se atribuyen a la divinidad como consecuencia de que en la mayoría de las inscripciones hispanas en las que aparece dicha fórmula compuesta, cuando se menciona el teónimo, la diosa mencionada siempre es Ataecina. Sin embargo, al no existir epítetos más clarificadores que vinculen la diosa a una localidad, que es el dato más representativo de Ataecina, no podemos afirmar que dichas inscripciones sean ofrendas votivas a esta diosa, aunque por supuesto tampoco se descarta la posibilidad. El segundo concepto es “Turibrigensis”, apelativo que hace referencia a Turobriga como lugar de culto y  comunidad tutelada de la diosa Ataecina.

Entonces cabria preguntarse ¿Por qué sus testimonios aparecen diseminados por una vasta región? Sobre es esta cuestión tenemos que tener presentes que todos los dioses indígenas que aparecen en epígrafes con apelativos que se refieren a comunidades locales, aparecen siempre en un solo enclave y normalmente es el mismo en el que aparece la inscripción, y en ella incluimos los dos exvotos, los cuales si efectivamente procedieran de este lugar sacro de La Zafrilla, sería la evidencia que necesitamos para atribuir este conjunto de altares a la diosa celta a la cual se le dedicarían sacrificios de este animal, el cual unido a la ablución purificadora con el agua de la fuente milagrosa, eran un rito en el que el animal se convertía en victima expiatoria del mal del oferente; y por lo tanto los exvotos de bronce en forma de cabras se convertirían en ofrendas permanentes ante la divinidad por parte de quien las realizaba.

De este modo conocemos a la diosa indígena prerromana gracias a los innumerables altares con inscripciones latinas aparecidos en el antiguo territorio de la Hispania Ulterior, pero también en la zona de la Meseta Sur con el hallazgo de dos ofrendas votivas alusivas a la divinidad en la provincia de Toledo mostrando una aparente gran difusión de su culto, aunque algunos datos parecen discernir de ello pues una de estas dos aras votivas, hallada en Caleruela (Toledo) parece nombrar su procedencia, a través de su apelativo, en Turóbriga, centro del culto a la divinidad, y por tanto indicaría el desplazamiento de uno de sus fieles a la zona toledana y mostrando así una vinculación a la diosa fuera del área de difusión de ésta especialmente entre el Tajo y el Guadiana, y quedando como único vestigio del culto a la divinidad en la zona toledana en la otra de las aras votivas, la cual fue hallada Caesarobriga (Talavera de la Reina, Toledo) reutilizada como parte de los cimientos de un muro de  época visigoda.

Por su parte, el culto de Ataecina también lo tenemos documentado en la zona Suroeste de Lusitania la cual, en esta zona es una divinidad considerada supra-local cuyo testimonio lo hayamos a partir de un pequeño altar depositado en el Museo Arqueológico de Beja que fue hallado posiblemente en Quintos, aunque por el escaso número de hallazgos relativos a este culto siendo este el único en la zona podemos decir que el culto a Ataecina no fuera muy intenso ya que al igual que ocurre con el mencionado en la zona toledana este altar podría haber sido fácilmente producto de alguien procedente de la zona de mayor influencia y que emigró a esta.

Fuentes

Ramos Rubio, J.A., De San Macario, O., y Esteban, J. “Ruta Arqueológica por tierras de Malpartida de Cáceres”, Alcántara, 81 (2015), pp. 11-31.

SANCHEZ MORENO, E., GOMEZ PANTOJA, J.L. “Protohistoria y Antigüedad de la Península Ibérica”. Vol. II, 2008, pp. 254.

OLIVARES PEDREÑO, J.C. “Divinidades Indígenas de la Hispania Romana”, Tesis Doctoral de la Universidad de Alicante, 2000, pp. 36.

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