Los pilares de San Francisco, aunque fueron encañados en el siglo XV, la inscripción existente en uno de ellos (pilar grande) nos dice que son una fábrica de tiempos de Felipe II, dedicada a abrevadero de animales con una buena localización en la salida sureste de la villa, en el camino del convento de San Francisco, junto a la actual calle de Mira al Río.

El pilar grande y más ornamentado fue trasladado de su lugar original a la plazuela o espacio abierto entre el lienzo de muralla comprendido entre las torres del Horno y de la Yerba y el Ayuntamiento, junto a la Plaza Mayor. Lugar que había sido ocupado en el siglo XX hasta su derribo en 1973 por el mercado de abastos, y que desde su remodelación en los años 1974-75 recibe el nombre de Foro de los Balbos.

Al trasladar el pilar (Pilar Grande) de su ubicación primitiva se ha sacado de su contexto histórico y urbano, de su conducto de agua real, que se iniciaba en la Fuente Nueva. Este pilar es una obra urbana de carácter funcional, indudablemente enriquecido por su nivel simbólico municipal y artístico, pero convertido ahora en un elemento escenográfico fuera de su medio natural. Se ha eliminado de su relación con el entorno físico, con el barrio, quitándole su función social.

El pilar situado hoy en el Foro de los Balbos es interesante desde el punto de vista ornamental. Se trata de una construcción de cantería en granito, mide 40 metros de largo y 2,60 metros de ancho. Sigue la tradición de simbolizar la autoridad municipal con elementos figurativos y ornamentales respondiendo a un sencillo programa. Tiene el pilar de base rectangular y un testero formado por un gran cuerpo central con molduras, subdividido verticalmente por cuatro pilastrillas cajeadas. Debajo de éstas y aquél hay cuatro cabezas grandes monstruosas o mascarones y otras más pequeña (parece que falta otra pequeña correspondiente al otro lado) que abren su boca por donde los caños lanzan los chorros acuíferos.

En el cuerpo central hay tres subdivisiones, la del medio con un escudo de España, correspondiente a la época de Felipe II, flanqueado por un busto femenino y una cabeza masculina. En las subdivisiones laterales, hay escudos de Cáceres y dos figuras de maceros que son elementos heráldicos comunes, como guardianes de los blasones; todo ello en altorrelieve. Encima de la sobresaliente cornisa superior de este gran cuerpo testero, y marcando el eje con el escudo real hay un volumen cúbico con un marco moldurado enfrente que ofrece una inscripción que nos ilustra sobre la fecha y circunstancias de su construcción, rematado por un cuerpo prismático y una bola. En la actualidad estos volúmenes, al aire en su anterior ubicación, están embutidos en la pared con un hueco interior. Las figuras aludidas presentan gran deterioro por lo que sería conveniente su restauración, así como una limpieza de la piedra.

En el lugar en que estuvo situado inicialmente, adosado al Puente de San Francisco, quedaban restos de la cañería metálica que conducía el agua desde el Arco de Fuente Fría hasta los caños del pilar. Cuando se derriba la mayor parte del puente de San Francisco, en el lugar que ocupó el pilar, aparece una fuente anterior de ladrillo así como restos de una arqueta, probablemente el arca principal del pilar, teniendo en cuenta que el puente es obra posterior a este pilar y se adosó al mismo. De hecho el historiador local y clérigo D. Simón Benito Boxoyo describe ya ambos pilares situados en San Francisco, al igual que Pascual Madoz quien confirma la existencia de dos pilares cerca de San Francisco.

El otro pilar también se ha desplazado de su lugar original, llevándolo un poco más arriba, con la última actuación llevada a cabo en la Plaza del Puente de San Francisco. La documentación manejada nos revela que ya desde el siglo XVII se acordaba la reparación de los caños que surtían a los pilares a causa de la falta de agua.

El 17 de enero de 1684 se aprueba la realización de importantes reparaciones por mandato de la villa, tasando la obra en el año 1684 el maestro y alarife de esta villa Juan González Fresnedas y Diego Jiménez del Pozo Sanguino, vecino del lugar del Casar, asimismo maestro examinado de albañil, de las obras que hizo Alonso Casares. Dichas obras consistieron en hacer de nuevo las cañerías que estaban antiguas en los dos pilares para un total de 296 varas de largo (se conservó una cañería antigua que estaba en buen estado ya que el contrato inicial era de 373 varas de largo), enlosar el suelo de los dos pilares, escodar y renovar las canterías de ellos y hacer una pared o poyo sobre la cañería del pilar pequeño, para lo cual tuvo que abrir nuevas arcas en número de 23, de las cuales 5 entraban en el contrato inicial, realizar una nueva cañería de 30 varas de largo que salía del Arco grande (el que se encontraba en Fuente Fría) y entraba en el caño antiguo, trayendo el agua de una parte y de otra al arca grande. Después prosiguen las obras colocando caños vidriados y sin vidriar en el arcaduz.

Constantemente nos vamos a encontrar en los Libros de Acuerdos del municipio, medidas de limpieza y aderezo referentes a esta obra. En el siglo XVIII, el Concejo decidió traer de Guadalupe al maestro de cañería para el reconocimiento de las obras que se estaban realizando en las conducciones de agua a los pilares, por hallarse deterioradas y rotas. Con este motivo se envió una carta al padre Prior y a los monjes del Monasterio de Guadalupe, expertos en la materia.

El caudal que afluía a los pilares era escaso por lo que se dictaron una serie de medidas para aumentarlo. De este modo, el 8 de octubre de 1887, la Comisión de Aguas emitió un dictamen respecto a los medios de mejorar  e incrementar el lugar de aguas que afluía al pilar contiguo al Puente de San Francisco. Una década después, se manifestó que el pilar que estaba en el Puente de San Francisco podía surtirse del agua de la Ribera. No obstante, los problemas del caudal no cesaron, y en los Libros de Actas de las sesiones del Ayuntamiento de 1922 se observa que se prohíbe utilizar el agua para lavar coches, lavar ropa,…etc.

El otro pilar, el pequeño, es más sencillo: pilar de cantería en granito compuesto por una pila muy larga y en un lateral el caño saliendo de un muro pequeño que lleva en relieve una figura enmarcada bastante deteriorada, un busto que representa un sol, por encima de ella lo que parece un reloj solar o lunar al situarse ocho círculos concéntricos y otros más pequeños exteriores y situados en la bisectriz del ángulo que forman los anteriores entre sí.

En su posición original, a mitad de la pila, salía otra pieza de cantería del muro al que se encuentra adosada, el cercado de la Casa Pedrilla, como si fuera un segundo caño, y al final, en la parte superior un rebaje en la cantería sirve de aliviadero y mantiene el nivel del agua, en la parte inferior una oquedad tapada con una piedra de quita y pon y trapos hacía las veces de desagüe y tapón para vaciado de la misma. El suelo se realizaba con un empedrado tomado con hormigón de cal asentado sobre arena echada sobre el terreno limpio y apisonado, y se remataba con una torta de mortero de cal y zulaque, bien apisonado y bruñido mediante un marro de río y aceite que impedía el rezume del agua del vaso.

Al desmontarse pieza por pieza para su traslado se pudo observar que las canterías verticales que forman el vaso estaban encajadas perfectamente en unas zapatas, también de granito, acanaladas y con pestañas laterales que impedían cualquier movimiento del conjunto. Las obras del entorno destrozaron los caños cerámicos que traían el agua al pilar, y que discurrían rentes al muro de la cerca de la Casa Pedrilla partiendo del arcaduz que hoy se aprecia en los jardines de la misma; estaban rematados por un pequeño murete o caño tal y como se decía en la tasación de las obras que se hicieron el 17 de enero de 1684.

Durante bastantes años estuvo en desuso y el área muy degradada por encontrarse los contenedores de basura cercanos, utilizarse como aparcamiento de coches y señalización. Con el traslado, poco cuidadoso, se la desvirtúa en parte, se la vuelve a dotar de agua mediante una tubería de polietileno, se la rodea de un jardín, pero vuelve a estar carente de vida y dejada en parte de la mano de los hombres: arrinconada, sin agua que brote por su caño, un tanto alejada de las personas, no cumple la función social para la que se concibió ni la que se le debería dar hoy en día, ni tampoco la cultural y turística que se merece.

Fuente

BENITO BOXOYO, S. “Noticias Históricas de Cáceres y Monumentos de la antigüedad que conserva. Cáceres, 1794” en Noticias Históricas de Cáceres y Monumentos de la antigüedad que conserva, Enrique Cerrillo Martín de Cáceres (ED.). Cáceres, 2009.

MARTÍN BORREGUERO, J.C., JIMÉNEZ BERROCAL, F., y FLORES ALCÁNTARA, A.P. La cacereña ribera del Marco, Cáceres, 2008.

Coordenadas UTM: ETRS89 29N 726265/4372207

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