Introducción
A lo largo de nuestra trayectoria profesional nos hemos topado, tanto en Extremadura como toda la geografía española, con numerosos elementos de carácter arqueológico, algunos catalogados y otros totalmente desconocidos, que por nuestra labor hemos dado a conocer a través de los informes presentados a las distintas entidades patrimoniales responsables de ello. De hecho, a menudo la relación entre investigadores y Administración se ciñe simplemente a ello, a la obtención de las necesarias autorizaciones y al cumplimiento de lo indispensable en materia de los ya mencionados informes y memorias arqueológicas[1]. Aunque ello podría aplicarse a cualquiera de los ámbitos de la investigación arqueológica; uno de estos elementos, a los cuales nos referimos, en esta ocasión, son los dólmenes, y del megalitismo en general, cuya actividad científica, en nuestra región tradicionalmente han discurrido al margen de las administraciones gestoras.
La definición más sencilla de qué es un dolmen es que se trata de estructuras de enterramiento colectivo de tipo tumular, de clanes, en los cuales, a priori si atendemos a los individuos que generalmente se hallan en su interior no se observa exclusión de edad ni de sexo; si bien, sí se interpretan ciertas diferencias sociales, primero en la presencia en algunos de ellos de ajuares funerarios, y por supuesto el mismo hecho de construir semejantes estructuras, la cual exigía un complejo proceso de construcción que implicaría no sólo a los individuos pertenecientes al mismo clan, sino probablemente a otros también.
Por lo tanto, estos elementos que, a simple vista pueden parecer poco comunes, suelen ser de muy distinta índole tanto por su tamaño como al lugar en el que se hallan; si bien en Extremadura, atendiendo a su tipología, los dólmenes en sí mismos, generalmente son estructuras megalíticas sencillas con cámaras de entre 2 y 5 metros de diámetro, un corredor de acceso de largo o corto recorrido y una colina artificial que recibe el nombre de túmulo. Aunque también existen dólmenes de gran tamaño, estas características de sencillez propician que estos elementos megalíticos sean especialmente abundantes en la geografía extremeña entre el IV y III mileno a.C., cuando evidentemente no existía ningún tipo de demarcación territorial, y nuestra tierra actuará como territorio fronterizo o transmisor de influencias, en relación con este fenómeno, por sus vinculaciones con el Alentejo portugués, el interior de la Meseta o la Andalucía occidental[2].
Hoy en día, un dolmen se ve muy distinto como fue originalmente en su tiempo. A pesar de ello, estos elementos en los últimos años han suscitado un gran interés si pensamos que un amplio sector de la población exige el acceso a estos bienes culturales y a los resultados de los estudios debidamente divulgados. Como resultado de ello, existen un gran número de equipos implicados en este nuevo escenario cuya principal misión es la de conservar y difundir estos y otros tipos de megalitos presentes en toda la geografía extremeña. Para ello, gran medida es totalmente necesario el compromiso de entidades ayuntamientos, mancomunidades o administraciones locales que, en ocasiones, promueven proyectos de adecuación en los dólmenes de su área de acción.
Evidentemente, en Extremadura existen muchos y grandes ejemplos de estas iniciativas; si bien uno de los casos más representativos es el Conjunto Dolménico de Valencia de Alcántara cuyo renovado interés por el Patrimonio arqueológico de las comarcas de Tajo Internacional ha favorecido que distintos Ayuntamientos, además de la Mancomunidad de la Sierra de San Pedro, hayan emprendido acciones específicas en los últimos años en relación con el conocimiento y difusión de su patrimonio[3].
A pesar de estas iniciativas, aún es mucho lo que resta por hacer en materia de protección y difusión del rico patrimonio megalítico extremeño comenzando por el problema existente con la catalogación de estos bienes culturales y la carta arqueológica que, incluso hoy en día, supone una asignatura pendiente. En el caso del conjunto de dólmenes de Valencia de Alcántara, a pesar de la implicación de la administración pública y local, y de ser un conocido recurso turístico visitado por una multitud de personas al año, aún hoy no se dispone de una carta arqueológica con los parámetros exigibles en la actualidad, o de una guía que realmente responda a criterios científico-divulgativos; una carencia que sitúan Valencia de Alcántara en una posición secundaria de todo punto injusta con la calidad, variedad y conservación de su espectacular patrimonio arqueológico.
Unido al problema de catalogación de estos bienes culturales a través de una carta arqueológica que permita su localización exacta en el espacio, hallamos el inconveniente de la conservación de este rico patrimonio megalítico regional como consecuencia de diversos factores como las actividades agropecuarias, que suponen un importante factor de riesgo para la conservación de estos elementos desde tiempos relativamente recientes como consecuencia de los nuevos sistemas de cultivo. Otro de los factores de gran importancia que suponen un detrimento para la conservación de este tipo de patrimonio arqueológico es la utilización de sus ortostatos como cantera para obtener piedra, habitualmente, granítica para construir otro tipo de estructuras como muros linderos, bohíos, zahurdas…etc.
“La Hijadilla”, una mirada hacia su patrimonio arqueológico megalítico
La Hijadilla es el nombre de una finca agropecuaria situada al sur de Cáceres, dentro del término municipal de Cáceres, pero lindera también al Sur, con el término municipal de Malpartida de Cáceres; y en concreto con la zona de los Barruecos, a tan solo unos tres kilómetros de distancia. Es bien sabido que la zona de los Barruecos es rica en yacimientos arqueológicos de todo tipo, y que en ella se localiza un asentamiento Calcolítico, no es por tanto extraña la riqueza arqueológica que también hallamos en las cercanías, en la Hijadilla, situada inmediatamente después de pasar el Río Salor, donde se localiza un famoso conjunto megalítico formado por dólmenes, de los cuales solo se conoce Hijadillas I e Hijadillas II, aunque obviamente estos no están solos, sino que es más que probable que en las cercanías se hallen algunos más.
Esta zona posee un valor y un potenciar histórico y arqueológico de una gran importancia, la cual se refleja en los numerosos restos reconocibles a simple vista. No sólo hablamos de los dólmenes, sino también de otro tipo de vestigios como la cercana Ermita de San Jorge o la Torre de los Mogollones. Todo ello se halla, como es lógico en la Carta Arqueológica de Extremadura y tienen la consideración legal de Yacimientos según la Ley 2/1999, de 29 de Marzo, de Patrimonio Histórico y Patrimonial de Extremadura. No obstante, son zonas muy visitadas casi a diario, tanto por senderistas como por ciclistas, ya que se hallan en una muy buena ruta de paso entre Cáceres y Malpartida de Cáceres, convirtiéndose éstos además en recursos turísticos.
En nuestro caso, nos acercamos a este inmenso patrimonio en calidad de arqueólogos. Tanto en el caso de los dólmenes como en los otros elementos históricos y arqueológicos ya mencionados, se visitaron y cartografiaron, siempre con un interés científico, mediante georreferenciación GPS en coordenadas UTM; ello nos ha permitido tener una visión más amplia del espacio y ubicarlos de manera exacta para, de alguna manera, vislumbrar la dispersión de estos por esta zona tan rica patrimonialmente hablando. Ambos, son dólmenes de corredor aunque uno lo conserva mejor que el otro; en Hijadillas I se puede ter una clara visión de este espacio que tenía la función de acceso a la cámara sepulcral conservándose incluso una de las losas que servían de techo; sin embargo, en Hijadillas II éste no se conserva tanto, pero sí que podemos observar algunos ortostatos que nos lo están marcando. En cuanto a su tamaño, Hijadillas I cuenta con diez ortostatos mientras que Hijadillas II da la sensación de que es más pequeño ya que sólo vemos ocho. No obstante, a pesar de ello, la altura de éstos es más o menos similar en ambos oscilando entre 1,5 y 2 metros de altura.


En cuanto a su conservación, sin duda alguna, Hijadillas I es el que en mejor estado se halla. Éste aún conserva muchos de sus ortostatos en pie, mientras que Hijadillas II, más difícil de localizar se halla rodeado de una gran densidad vegetal y sus ortostatos muchos de ellos se hallan derruidos, aunque se puede vislumbrar fácilmente su estructura. En ambos, independientemente de su grado de conservación, se observan muchos de los elementos propios de este tipo de estructuras megalíticas: un corredor formado por ortostatos mucho más bajos que los que forman su cámara funeraria y a continuación la cámara formada por ortostatos de gran tamaño inclinados hacia adelante; esta cámara estaría rematada por una gran losa que haría de tapa, así como el corredor estaría techado por un conjunto de lajas transversales. Todo ello enterrado formando un túmulo.
Conclusiones y valoraciones finales
A modo de valoración final hay que decir que a pesar de las iniciativas que a lo largo de los últimos años se han llevado a cabo desde algunos organismos de la Administración Pública para la recuperación, de este y otros tipos de patrimonio histórico y arqueológico en Extremadura, han tenido una escasa incidencia ya que los cambios que se están operando en los sistemas de catalogación, en los mecanismos de protección y en los programas de difusión y proyección social, permiten un moderado optimismo respecto al Patrimonio Arqueológico en general y del megalitismo en particular. Ello puede verse fácilmente en esta zona de la Hijadilla, la cual a pesar de ser un paso casi a diario de muchas personas, ya sean senderistas o ciclistas, son pocas las personas a parte de éstos, que conocen este rico patrimonio, y que además, a pesar de estar catalogado en la Carta Arqueológica es un patrimonio que sufre un deterioro irreversible día a día.
BIBLIOGRAFÍA
[1] JIMÉNEZ ÁVILA, J., BARROSO EXPÓSITO, C. “El megalitismo en Extremadura: problemas de catalogación, conservación y difusión social” en Extremadura Arqueológica VIII, Mérida, 2000, pp. 395-421.
[2] ENRIQUEZ NAVASQUÉS, J.J. “Dólmenes, la huella de la Prehistoria en Extremadura”, en periódico Hoy.
[3] BUENO RAMÍREZ, P., VÁZQUEZ CUESTA, A. “Patrimonio Arqueológico de Valencia de Alcántara. Estado de la cuestión”