“Safeyce se colocó su túnica con clavos de bronce y oro, regalo de Geldiniz muchos años atrás, cuando se desposó con su hermano Zaark, y sobre la cabeza, su tocado con plumas. Era el penacho decorado que solía usar para ceremonias importantes. Su atención estaba en el misterioso brebaje que movía sin parar sobre la hoguera. No dejaba de cantar el mismo cántico una y otra vez, al ritmo litúrgico del «tum-tum». La hechicera cogió el cuenco de barro entre sus manos. Sin dejar de cantar, se acercó y elevó sus brazos por encima de todos los allí presentes. El olor que desprendía aquella infusión era muy desagradable. Bebieron de la amarga pócima, todos menos ella y el aprendiz. Safeyce miró hacia el interior del cuenco y, acercando el índice de la mano derecha, lo introdujo en el líquido hirviendo. Con un movimiento rápido para no quemarse, impregnó el rostro del joven con aquel brebaje. Volvió a rezar una letanía de cantos imposibles de descifrar y bebió parte del contenido que había preparado. A continuación, sentada frente a él, le ofreció el cuenco.
—Bébelo hasta el final —le dijo.
(…) Silmaad observó en silencio la planta que tenía frente a él. Era el beleño blanco, con pequeñas flores de color amarillo pálido y con cinco pétalos. Sus tallos y sus hojas estaban cubiertos por pelos viscosos, largos y suaves. El olor de su flor era muy desagradable, tanto como la infusión que le había preparado la curandera la noche previa. Todavía parecía que se removían los restos que le quedaban en su interior.”
Fragmento de la Novela La premonición de Safeyce
El tema de las drogas en la Antigüedad es una cuestión interesante, sobre todo si hablamos de una obra de ficción en la que queremos transmitir la forma de vida del pasado. El hombre, desde sus tiempos más remotos, ha estudiado su entorno y, dentro de este, ha sabido sacar partido a las plantas que crecían en él. Unas veces las utilizaban como alimentos, otras como plantas medicinales y otras veces para alcanzar la alteración de la conciencia, brebajes solo aptos para hechiceros y chamanes.
¿Pero qué drogas se usaban en la prehistoria? Documentadas en unos veinte yacimientos españoles, tenemos diversos ejemplos:
La adormidera (Papaversomniferum/setigerum): se utilizaba para tratar dolencias por sus propiedades opiáceas. En la cueva del Juyo (Cantabria) se hallaron semillas de adormidera quemadas, correspondientes al Paleolítico Superior. Ya en el Neolítico, en la Cueva de los Murciélagos, en Córdoba, aparecieron recipientes con estas semillas asociadas a enterramientos datados en el VII milenio antes de Cristo. En Gavà (Barcelona), se han encontrado trazas de esta planta en los esqueletos de dos individuos fechados en el IV milenio a.C.
El cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea): hongo parasitario de los cereales y de alta toxicidad en sus alcaloides (de él se obtiene el LSD). Se empezó a consumir en la Edad del Bronce en Oriente, pero en la Península no se ha podido documentar su uso en esta fecha, aunque esto no quiere decir que no se usara. Sí hay evidencias de su consumo en Pontos (Gerona) pero ya en los siglos IV-II a.C.
El cáñamo (Canabis sativa L): se utilizaba tanto por sus fibras vegetales como por ser una sustancia psicotrópica. Los escitas (en el siglo V a.C) eran unos grandes consumidores de cannabis y en sus ritos funerarios incluían recipientes con esta sustancia para el uso del difunto en el más allá. En la Península está documentado su uso como textil en Murcia, en la Edad del Cobre (Calcolítico).
Otras plantas psicotrópicas de la Península Ibérica: el beleño, la mandrágora y la belladona.
En la zona del Sureste peninsular, si tuvieron que usar alguna de estas, posiblemente usaron el beleño blanco, pues es una planta autóctona.
Si queréis ampliar información, os recomiendo un libro de Elisa Guerra Doce, “Las drogas en la Prehistoria. Evidencias arqueológicas del consumo de sustancias psicoactivas en Europa”. En internet también podéis encontrar la “Revista de Historia: Las sustancias psicotrópicas en la Prehistoria de la Península Ibérica”.
Fuente| María Rosario Mondéjar, colaboradora de Arqueogestión: Arqueología y Gestión Turística y Autora de la Novela histórica La premonición de Safeyce