Los enterramientos excavados en la roca, es un tema que ya habíamos tratado anteriormente en nuestro blog, pero desde una perspectiva técnica, describiendo su tipología y formas según su forma, y habíamos tratado de explicar este fenómeno funerario que es tan común en Extremadura; si bien es totalmente cierto que a pesar del número de publicaciones que existen que tratan de darles un sentido, nunca se han reunido premisas ni datos suficientes que permitieran una traducción cronológica o cultural del problema; por el contrario el fenómeno ha estado sujeto a divagaciones y especulaciones que en un sentido u otro han recorrido nuestro marco histórico. Baste decir que la asignación del mismo se ha ejercitado entre varios periodos sin razones aparentemente válidas que lo fundamenten.

En esta ocasión vamos a describir un poco el fenómeno o “problema” como nos encontramos en algunas publicaciones sobre el tema, a través de distintas zonas que hemos estado visitando a través de nuestras salidas en ruta y que nos ha permitido vislumbrar un poco, apenas unas pinceladas, este fenómeno de enterramientos tan común en la región extremeña.

Lo que si se tiene claro es que este tipo de sepulturas, ya sean en pequeñas necrópolis o en solitario, son un fiel reflejo de la decadencia del Imperio Romano y el paso a la etapa inmediatamente posterior como ponen de manifiesto sus características generales y sus técnicas con las que se hallan excavadas, y que ya describimos en el artículo anterior.

Sabemos que a partir del siglo IV hay una alternancia de ritos que empujan a cambios estructurales, es decir, a cambiar la antigua uniformidad, sobre todo en el rito de la inhumación. Esta transformación se mantiene a lo largo de los siglos V, VI y VII. No obstante, en lo que se refiere a cuestiones cronológicas, para este tipo de sepulcros existe un intenso debate ya que la mayor parte de los trabajos realizados tienden a asignarles una cronología en torno a los siglos IX, X e incluso XI. Sin embargo, es preciso señalar que si bien en el siglo IV estuvo el inicio, posiblemente el desarrollo no tuvo lugar hasta siglos más tarde como consecuencia de la probable perduración de los modos de vida en la península a lo largo de los siglos V, VI, y VII, y que ayudó a fijar y extender los modelos.

Este es el caso de varios ejemplos que hemos tenido el privilegio de visitar en los alrededores de Cáceres y pueblos aledaños como Malpartida de Cáceres o Arroyo de la Luz, siendo éstos por su dilatada historia puntos sensibles donde se han documentado vestigios del pasado, desde la prehistoria hasta ocupaciones posteriores a la romana, ya que nos situamos en un importante cruce de caminos que comunica Caceres, Arroyo de la Luz y Malpartida, por donde discurren las rutas que de Norte-Sur y Este-Oeste atraviesan la region.

En su entorno, surcado por varios arroyos y la existencia de numerosos pozos que aseguran el acceso al agua incluso en las épocas más secas, proliferan los asentamientos humanos desde fechas muy tempranas, y cuyos vestigios pueden verse hoy en día dispersos por una amplia zona. Este es el caso del gran número de enterramientos de este tipo existentes en el paraje de los Barruecos, hoy declarado Monumento Natural; otro de los casos es la zona de la Zafrilla, lugar donde además de los enterramientos se produjeron hallazgos arqueológicos de gran calado, situada muy cerca del paraje de San Miguel donde también existen enterramientos, o casi ya en las cercanías de la población la Necrópolis del Corchao, y finalizando en la Necrópolis de Arroyo de la Luz, situada en la dehesa del mismo nombre, y a la que ya aludimos en el anterior articulo.

No obstante, en esta nueva reseña indagaremos un poco más sobre estos casos, y aunque bien es cierto que a pesar de la disparidad de lugares, la variedad de formas y las diferentes orientaciones de este tipo de enterramientos, cuando uno se acerca por primera vez a ellos le envuelve la sensación de haber estado allí antes; como si hubiera una misteriosa conexión que atrapa al visitante y le transporta a parajes ya conocidos; y por lo tanto cabe preguntarse si es prudente considerar uno y el mismo fenómeno algo que se presenta en tan variadas manifestaciones.

Enterramientos en la zona de los Barruecos (Malpartida de Cáceres)

El Monumento Natural de los Barruecos se sitúa en el término municipal de la localidad de Malpartida de Cáceres, y por sus características naturales este enclave, desde la prehistoria ha servido de hábitat para las comunidades humanas, como bien lo demuestran la gran cantidad de pinturas y grabados rupestres que se pueden observar por el entorno sobre esos grandes batolitos graníticos que proliferan sobre el terreno.

Este entorno granítico también sirve como receptáculo de los enterramientos que son excavados sobre ellos. El número de ellos se desconoce con exactitud, pero nosotros nos centramos en el lugar que pudimos visitar en las inmediaciones de la llamada “Peña del Caracol” en la cual existe una cantidad superior a 20 sepulturas excavadas en la roca, orientadas en su mayoría de Este a Oeste, y de tipo, tanto antropomorfo como bi-antropomorfas (ver clasificación en anterior artículo) así como rectangulares y trapezoidales, y como es común en este tipo de enterramientos no conservan su tapa.

Complejo Arqueológico de la Zafrilla (Malpartida de Cáceres).

Este es una enorme zona arqueológica que no solo comprende tumbas excavadas en la roca sino también un “recinto sacro o espacio ritual” localizado en una pequeña elevación del terreno, dominando una amplia zona salpicada de batolitos de granito, de los cuales, uno de ellos sería utilizado como altar de sacrificios. Muy próximo al altar encontramos un afloramiento granítico muy afectado por la erosión, y se halla partido, el cual presenta una escalinata de cuatro peldaños muy irregulares tallados en la misma roca. No obstante, en los alrededores de éstos se hallan otras formaciones graníticas con unas formas características que posiblemente tuvieron relación con algún tipo de ritual sagrado.

Ante la ausencia total de intervenciones arqueológicas en la zona del altar resulta muy difícil asignarle una cronología concreta, ni tampoco existen sobre el terreno elementos que nos ayuden a fechar este conjunto sacro de altares que de una forma u otra han sobrevivido al paso del tiempo. No obstante, sabemos que a finales del siglo XIX aparecen en la zona dos exvotos de bronce en forma de cabra, dedicados a la Dea Sancta Adaegina Turibrigensis (actualmente en el Museo Arqueológico Provincial de Cáceres) y datados en torno al siglo I o II d.C., y que bien pudieran proceder de este complejo arqueológico.

Conocemos a la diosa indígena prerromana Adaegina gracias a los innumerables altares con inscripciones latinas aparecidos en el antiguo territorio de la Hispania Ulterior y, más concretamente, entre el Tajo y el Guadiana. Adaegina era una diosa madre de la muerte y de la regeneración, del renacimiento o de la vuelta a la vida, diosa telúrica relacionada con el mundo subterráneo o infernal, cuyos poderes curativos y para la fertilidad pueden manifestarse a través de las aguas subterráneas de determinadas fuentes o manantiales de origen profundo. En definitiva, una deidad o ninfa protectora de las aguas mineromedicinales, dispensadoras de la salud y de la fecundidad humana.

Si estos dos exvotos a los que nos referimos efectivamente procedieran de este lugar sacro, sería la evidencia que necesitamos para atribuir este conjunto de altares a la diosa celta a la cual se le dedicarían sacrificios de este animal, el cual unido a la ablución purificadora con el agua de la fuente milagrosa, eran un rito en el que el animal se convertía en victima expiatoria del mal del oferente; y por lo tanto los exvotos de bronce en forma de cabras se convertirían en ofrendas permanentes ante la divinidad por parte de quien las realizaba.

El culto a Ataecina estuvo en esta zona profundamente arraigado en época romana; y por lo tanto podríamos decir que este santuario mantuvo su vigencia al menos durante época altoimperial cuando esta divinidad prerromana aparece ya asimilada con la diosa romana Proserpina. No obstante, en el segundo de los batolitos, en el cual se observa la escalinata, también existe la presencia de una cruz delatando así que este lugar se cristianizó posteriormente.

En cuanto a las sepulturas se hallan dispersas por todo el conjunto ritual de la Zafrilla donde se hallan un pequeño conjunto de ocho enterramientos excavados en batolitos de granito pero con diversa tipología: tres de ellos tienen una forma rectangular simple que pueden llevar curvatura en los y la cabecera; tres mas presentan forma ovoide; y dos con estructura antropomorfa. Las medidas oscilan entre los 218 cm de la tumba con mayor longitud y los 172 cm la de menor; la anchura de la cabecera suele estar en torno a los 55 cm y el ancho de los pies 30 cm.

Casi todas están en un lamentable estado de conservación, aunque las tres tumbas con forma ovoide están menos deterioradas. Todas ellas han sido vaciadas y carecen de la típica tapadera que las cubría. No parecen formar necrópolis, pues se encuentran dispersas, aunque en un area no muy extensa, en los alrededores del santuario rupestre.

Conjunto de Sepulturas de la “Murrada del Muro” (Malpartida de Cáceres).

Siguiendo el camino de El Casar de Caceres, a unos 4 km de distancia del complejo ritual de La Zafrilla, llegamos al sitio conocido como  “La Marrada del Muro”. Allí, en una abrupta zona de enormes lanchares graníticos planos, sin formar necrópolis, se localizaron un total de ocho tumbas excavadas en la roca a cierta distancia unas de otras sirviendo estos afloramientos de granito en el que se hallan las sepulturas como depósito directo del cadáver.

No obstante se observa que la excavación de los “sepulcros” en lanchares y bolos graníticos no viene determinada por la disponibilidad del espacio rocoso útil ya que hay grandes lanchares que podrían acoger un número considerable de ellos, pero que solamente contienen una tumba aislada; y en otros casos existen también bolos aislados que se han aprovechado para tallar el sarcófago que permanece exento y elevado sobre el terreno circundante; y otros casos en los que han sido excavados directamente en el suelo rocoso.

En lo que se refiere a la tipología, tres de las tumbas tienen forma trapezoidal, con la cabecera más ancha que los pies. Como en La Zafrilla, predominan las que tienen cabeceras y pie curvos, pero no faltan las simples cajas rectangulares y algunas con forma antropomorfa. Las medidas oscilan entre 179 y 167 cm de longitud, 57 cm y 49 cm de anchura. Por su parte, tanto el número de tumbas excavadas en este lugar como su diversa tipología revelan una necesidad de un estudio más detallado ya que cabe la posibilidad que además de haber sido utilizadas con fines de enterramiento también en algún momento hayan sido utilizadas como lugares ceremoniales de exposición del cadáver como paso previo a su inhumación en otra parte, aunque tampoco está claro que todos los elementos correspondan a la misma época ni que éstos hayan sido del mismo uso.

Por su parte, destacar también que los alrededores están plagados de restos de la acción antrópica: al Este restos de un pequeño chozo de horma y una zahúrda, con cochineras perfectamente levantadas y cubiertas por aproximación de hiladas. Se trata por tanto de una zona eminentemente agropecuaria con abundante agua que aún conserva un antiguo manantial cubierto de zarzas, situado a unos 100 m de la zahúrda.

Necrópolis de Los Arenales (Malpartida de Cáceres)

También situada dentro del término municipal de Malpartida de Cáceres, en la zona conocida como “Los Arenales”, a unos 9 kilómetros de Cáceres y a unos 4 kilómetros del anterior conjunto funerario; al sur del antiguo y transitado camino que conducía a Arroyo de la Luz, se localizó una auténtica necrópolis compuesta por once tumbas con las mismas características que venimos desarrollando, sobre afloramientos graníticos, son ataúdes excavados directamente sobre la roca.

Estas tumbas aparecen casi todas unidas en un perímetro de 180 m llegando a formar una necrópolis. Existen dos tumbas dobles, presumiblemente pertenecientes a dos matrimonios y el resto responden a una tipología rectangular, en su mayoría, y dos tienen formas fusiformes (de bañera). Las medidas oscilan entre los 190 y los 176 cm de longitud, 55 y 48 cm de ancho, en clara disminución la mayoría en la zona de los pies, intuyéndose que tal vez todas las tumbas podrían pertenecer a individuos adultos.

La orientación de los sepulcros excavados en los lanchares y bolos graníticos de la zona está condicionada por las propias características de los afloramientos, distribuyéndose anárquicamente. Tipológicamente presentan gran variedad. La orientación predominante es Este-Oeste, con la cabecera al Oeste y los pies al Este, mirando por tanto, hacia Tierra Santa, como ocurre en la mayoría de los casos de las tumbas excavadas en la roca de cronología altomedieval.

Este hecho nos estaría indicando el carácter cristiano de los individuos que se enterraron en estas tumbas, y con ello, la cronología aproximada de las mismas. Otro tipo de orientación, que también se advierte en otras tumbas, podría estar en intima relación con la natural disposición de los afloramientos rocosos localizados en las cercanías de la iglesia y/o el poblado correspondiente; de tal manera que, en determinados casos, las fosas deben adaptarse a esa topografía natural, sin olvidar tampoco otro aspecto esencial como puede ser la propia dureza de la roca.

Enterramientos en el Paraje de San Miguel (Malpartida de Cáceres)

A 1,4 km al noroeste del altar de La Zafrilla, por el camino que lleva a Arroyo de la Luz, se encuentra la Dehesa de San Miguel donde se han localizado cuyas características no difiere del resto que ya hemos tratado, ya que aparecen excavadas en la roca, en grandes batolitos o lanchas de granito. En lo que se refiere a la tipología, corresponde a una forma trapezoidal en la mayoría de los casos, seis rectangulares y cuatro ovoide. Las medidas oscilan entre 192 cm y 178 cm de longitud los 62y 45 cm de ancho.

Algunas se conservan en muy mal estado, habiendo desaparecido parte de la caja. Ninguna conserva tapa, aunque en las inmediaciones de las tumbas también se han localizado numerosas lajas y tégulas en las que muy bien pudieron servir para tal uso. Estas tumbas aparecen todas en un perímetro de 400 m y no forman necrópolis. Tampoco coinciden en su orientación, pues tomando como referencia la cabecera de las mismas, pues un pequeño número de ellas tienen una orientación de Oeste a Norte y el resto de Este a Oeste con lo que no se aprecia un sentido ritual en la orientación de las mismas y simplemente se han limitado a adaptarse a la disposición de los granitos.

Necrópolis del Corchao (Malpartida de Cáceres)

La Necrópolis del “Corchao” se sitúa también en el término municipal de Malpartida de Cáceres, muy cerca de la población, y en las inmediaciones de la Ermita de San Isidro. Este conjunto de sepulturas está formado por una treintena de tumbas con las mismas características que venimos describiendo en las otras zonas, son tumbas que se hallan excavadas en batolitos de granito, pero éstas son a excepción de un único ejemplar que es antropomorfo, las demás son rectangulares, alguna más estrecha de los pies, por lo que podemos considerarla trapezoidal. Por su parte, también destacamos dos que se hallan emparejadas y podemos pensar que tal vez pudiera tratarse de un matrimonio; este hecho ya lo habíamos encontrado también en la zona de la Zafrilla, en la zona de la llamada Necrópolis de la Marrada del Muro.

En lo que se refiere a su tamaño, las sepulturas más grandes oscilan entre 1,75 y 1,90 metros, las más medianas entre 1,44 a 1,58 metros, y hallamos una infantil de tan solo 98 cm de largo. Por su parte, en cuanto a la orientación, la mayoría de la necrópolis se orienta en una vaguada que se extiende en dirección Norte-Sur, aunque también existen algunos ejemplares de sepulturas que se hallan en una loma orientados de Este a Oeste.

Necrópolis de la Dehesa de la Luz (Arroyo de la Luz)

Aunque repartidas por los territorios que ocuparon principalmente los visigodos, las tumbas antropomorfas de esta época encuentran su más claro enclave en la provincia de Cáceres, y dentro de ésta es en la comarca Tajo-Salor donde se hallan de forma más habitual. Es por tanto, que se repite el mismo fenómeno que venimos repitiendo a lo largo del presente trabajo en el caso de Malpartida de Cáceres con los Barruecos, El Corchao, la Zafrilla, Los Arenales…etc., pero también en otras localidades de la comarca como Brozas y Aliseda.

El caso de Arroyo de la Luz viene a ser parecido, necrópolis o sepulcros repartidos en la dehesa boyal de la localidad; y en el caso de la Necrópolis de la Luz contamos con una veintena de enterramientos situados a unos 500 metros de la actual ermita de Nuestra Señora de la Luz, con otros tantos sepulcros repartidos por toda la dehesa boyal del pueblo. Tipológicamente son tumbas excavadas en grandes batolitos de granito, y otras a nivel del suelo, contamos con dos conjuntos contiguos de importancia que sobre una pequeña colina agrupa doce enterramientos (ocho el primero y cuatro el segundo) complementados por otro aislado pero cercano a los mismos.

Por su parte, destacar que junto a estos enterramientos podemos encontrar otros vestigios arqueológicos como prensas graníticas que nos recuerda el carácter agrario del yacimiento; es decir una vicus o exploración agropecuaria tardorromana, o más bien visigoda, que se sitúa entre los siglos IV y VII d.C. y cuya presencia corroboran diversos hallazgos en la zona como fragmentos de cerámica o elementos ajuares. Además, cerca discurría la calzada que unía Norba Caesarina con Egitania (actual Idana-a-Velha, en Portugal), lo cual, como hemos dicho antes esta era sin duda una importante zona rica en pastizales, idónea para el cultivo y con la presencia de diversos arroyos y pozos con los que el abastecimiento de agua estaba garantizado incluso en época estival.

Conclusiones

A modo de conclusiones decir que en todos los casos de los que hemos hablado, ninguna de ellas ha conservado restos humanos, carecen de ajuares y se hallan arqueológicamente descontextualizadas, por lo que no es fácil establecer un marco cronológico definido.  Tradicionalmente se han venido considerando como tumbas medievales, pero afortunadamente son cada vez más numerosos los estudios en los que se han podido constatar elementos contextualizados que han permitido hablar de fechas.

En la zona de “Los Arenales” se aprecian restos visibles de una posible ocupación anterior, presumiblemente romana (especialmente sillares bien escuadrados y tégulas). También se observan ciertas estructuras soterradas que parecen corresponder a un hábitat altomedieval, que igualmente se documentan en la Marrada del Muro, incluidas las pequeñas atalayas al borde del camino y las circulares que bordean lo que parece una murallita.

El hábitat en esta zona de la Tierra de Caceres estaba vertebrado en torno a núcleos rurales relativamente pequeños, compuestos de distintos focos de hábitat, aunque interconectados entre sí, con una disposición laxa y flexible. Este proceso de ruralización está vinculado al abandono de las areas centrales en beneficio de las periféricas a causa de la crisis vilicaria que conecta el mundo tardoantiguo con el altomedieval. Estamos ante uno de los ejemplos de transformación de una antigua estructura romana en un centro de culto, un cambio que reflejaría además las alteraciones en el sistema social y en la articulación del estatus.

Por tanto, estas tumbas excavadas en la roca deben conectarse con en el proceso de invasión musulmana y el asentamiento de la población mozárabe en zonas rurales dispersas. La mayoría de las necrópolis con tumbas excavadas en la roca ofrecen una cronología centrada, básicamente entre la segunda mitad del siglo VIII hasta el XI, centurias en las que podrían encajar las áreas que hemos tratado en el presente trabajo. En ningún caso queda argumentada la cronología prerromana propuesta por algunos autores que han estudiado este tipo de tumbas en otras regiones y que deben situarse en época altomedieval.

Como hipótesis, puede plantearse que estos lugares sufrieron una remodelación en época tardoantigua, transformada en una zona de hábitat con construcciones de materiales perecederos o en espacios funerarios. Los siglos VIII al XI marcaron posiblemente el apogeo de esta forma de enterramiento con la instalación de una comunidad de mozárabes en ambas zonas, pudiendo afirmar que el momento de finalización del uso de estas necrópolis debe situarse en la consolidación del poblamiento aldeano y de la parroquia como centro de culto y eje de la articulación rural .No cabe duda de que la orientación Oeste-Este predominante en las tumbas sugiere, una adscripción cultural concreta, ya que estaríamos hablando de cristianos.

La investigación sobre las necrópolis de tumbas excavadas en la roca se ha preocupado muy poco de profundizar en las relaciones que estas tenían con la organización del territorio y del poblamiento. Mientras que en Los Arenales las inhumaciones aparecen en grupos concentrados, en La Marrada del Muro y La Zafrilla, por el contrario se extienden por un terreno amplio tal y como ya hemos señalado. Esta distribución de sepulturas aisladas seria un vestigio de necrópolis más extensas, lo que nos ha llevado a identificarlos como yacimientos diferenciados, pero podría tratarse de una misma area extensa de inhumación, dada la cercanía entre ambos conjuntos. Además, podría darse el caso de que un mismo poblado tuviera en torno a si al menos tres focos de inhumaciones.

Otra circunstancia a tener en cuenta es la cercanía de estas necrópolis a determinadas vías locales, conservadas en forma de carreteras o de caminos que unen a determinadas aldeas. La Zafrilla y la Marrada del Muro como ya hemos indicado se encuentra en el antiguo camino de Arroyo de la Luz a Caceres, y en la bifurcación del camino de Malpartida al Casar de Caceres, y al Sur del camino está el yacimiento funerario de Los Arenales. E igualmente es interesante comprobar el emplazamiento de las tumbas en relación con los cursos de agua, en especial con determinados arroyos tales como Los Arenales que es tributario del Tallón y este del Casillas, afluente del Salor. Podemos interpretar que algunas de las primeras comunidades cristianas quedaron aisladas y dispersas por la zona, en tiempos de plena dominación musulmana y así permanecieron durante algún tiempo, al menos hasta la reconquista de Caceres en el año 1229.

Fuentes

González Cordero, A. “Las tumbas excavadas en la roca en la Provincia de Cáceres” en Revista del Seminario de Estudios Cacereños”, 17, 1989, pp. 133-144.

Ramos Rubio, J.A., De San Macario, O., y Esteban, J. “Ruta Arqueológica por tierras de Malpartida de Cáceres”, Alcántara, 81 (2015), pp. 11-31.

Blog, “Extremadura Caminos de Cultura”

Blog “Necrópolis excavadas en la Roca”

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